Entonces, a primera vista, el ramo bien trenzado de palabras me conmueve, y me llena la memoria de sabores antiguos, pero no rancios, al contrario, sabores refrescantes, como esos lirios recién brotados de la primavera.
Pero debajo hay un cadáver que, como una pesada tara, ejerce su labor de lastre, y consigue amargar la textura de esas imágenes previas: la impostura.
Y al final resulta que se trataba de un simple envoltorio de caramelo en cuyo interior estaba el sabor agraz de los cadáveres.
(Consideración crítica a un texto nonato, o pequeño divertimento para una mañana de domingo).