Cómplices

Jueves, 12 de mayo de 2011

Algunos días escribir es una tarea que tiene que ver con descerrajarse una lágrima de trueno en el alma. O algo así. Hoy lo mejor sería seguir jugando un solitario en el PC o tuitear con los amigos o echarse una siesta, una siesta de longitudes inmensas si pudieran ser siderales. Pero quizá en el propio hecho de la escritura esté la penitencia, el no poder parar, saber que esa lágrima es la que me sanará en unas horas.
Amando, recuerda que esto es un diario. Recuerda que la tontería más grande que se puede hacer en un diario es ocultarse, ponerse una venda en los ojos, no reconocerte ni a ti mismo que estás jodido, tan jodido como las otras veces, tantas, que te han dado con la puerta en las narices… Sé sincero. No te ocultes detrás de la palabrería. Dilo todo. Evita interpretaciones que acaben preocupando a quienes te quieren. Total tampoco es tan grave, total nada ha cambiado… Quizá, sí, quizá algo ha variado… La autoestima tiene otra cicatriz. Y qué. Si ya lo sabías, si ya intuías todo lo que iba a suceder…
Esta mañana se hacía público el fallo de un concurso de poesía. Bueno, seré un poco más preciso. El perjurado del concurso ha dado una rueda de prensa en que comunicaba a los medios la preselección de los poemarios que serán objeto de estudio, debata y decisión por parte del jurado.
Es fácil adivinar que yo deseaba que en la relación de títulos hubiese uno en concreto y es fácil adivinar qué libro no está en esa lista.
Sospechar que el poemario no iba a pasar el corte, no significa que la confirmación de tal hecho sea una noticia como para ser festejada. Que otros le digan a uno (aunque sea por omisión) la verdadera valía de su obra es un puñetazo que duele, y del que sólo me sé recuperar escribiéndolo, soltando ese lastre de sangre coagulada…
Por si fuera poco, ya han llegado las tormentas.
No era de extrañar. Más aún era previsible, pues el calor veraniego a principios de mayo no es muy recomendable en estas tierras…
Seguro que mañana amanece.