Cómplices

Jueves, 14 de julio de 2011

Uno tenía planes para esta tarde que sin embargo se han trastocado, por algo mejor. En realidad no se puede afirmar con total certeza que fueran planes cerrados. Más bien eran ideas, vagas posibilidades que en sí mismas eran contradictorias. Como dos bocetos de un paisaje uno al atardecer y otro en plena noche.
Pero la realidad ha venido a desbaratar con verdadero acierto esas ideas. Había pensado, primero, subir al campo de la Albuera, para ver a la Sego en su partido de pretemporada contra el Atlético de Madrid. La derrota siempre está asegurada en este partido tradicional, pero este año mucho más, pues la Gimnástica ha suspendido sus vacaciones para no perder esta oportunidad, sobre todo de taquilla, tan necesaria por otro lado. Sin embargo siempre apetece ver tan cerca a un equipo de Primera División, aunque sea a un tercio de su potencial.
Al mismo tiempo, de eso me he enterado esta mañana, se me ha presentado como un milagro la posibilidad de asistir a las ocho de la tarde al primer recital de poesía de la serie que se va a celebrar en la casa Antonio Machado como complemento al Festival de Narradores Orales que se celebra cada año en la ciudad. Una tentación tan grande es difícil de vencer. Muy difícil.
El caso es que hace unos días se pensó en la posibilidad de acercarnos hasta el estudio de mi hermano, para así felicitar a mi sobrina, cuyo cumpleaños es mañana, y que va a celebrar con una fiesta infantil. Así que Marián ha cogido el coche y hemos ido hasta el pueblo.
Y ha merecido la pena.
Ha sido fantástico, como siempre, pasar unas cuantas horas con mi hermano y mi cuñada y los niños y en esta ocasión con un amigo que ha coincidido con nosotros.
Antes de volvernos, y después de un buen rato de conversación que ha servido para que convirtiéramos al mundo en un lugar perfectamente habitable y humano, completamente ajeno a especuladores, falsarios y enemigos de la raza humana en general, hemos contemplado la exposición que, gracias a Beatriz, va a colgar en Tenerife en el próximo mes de septiembre.
Ha sido un lujo. Un lujo al alcance de pocos. Poder contemplar, incluso tomar en las manos, esos cuadros que quizá pasen a formar parte de algún nuevo hogar. Merecería la pena, si alguien tomara esa decisión.
Desde la exposición del año pasado en Segovia, continúa la evolución de su obra. En él se puede hablar de obra sin asomo de exageración. sin que suene a pedantería. En él todo es medible, comprobable. Está ahí, ante nuestros ojos todo el trabajo de décadas que dejará a los verdaderos críticos de arte boquiabiertos.
Uno recuerda su proceso –pues para eso soy el mayor de los hermanos- y queda completamente extasiado al contemplar cómo ha ido madurando paso a paso, sin concesiones a modas o a exigencias externas, sino en continuo diálogo consigo mismo, siendo honesto con aquello hacia donde le va derivando la vida o su propia conciencia como artista. De pronto ha llegado al extremo, lo ha dicho esta tarde, que está en una fase en la que no puede pintar paisajes, porque no le salen, ahora mismo sólo le atrae el ser humano… ¿Cuántas veces lo habré deseado en todos estos años? Ha dado igual, ha llegado justo en el instante en que tenía que llegar.
Y lo mejor del asunto es que quienes contemplen la serie de cuadros que llegarán al final del verano a la isla, no verán lo último de su obra. La última está gestándose en estos momentos. La última impresiona más aún, si es que ello es posible, pero habrá que esperar a que la primavera haga que los almendros florezcan para poder hablar de ella.
Entretanto su pincel sigue haciendo prodigios que se acercan cada día más a esa serena belleza sin concesiones que el Renacimiento regaló a la humanidad, colocando al ser humano en el centro del proceso creador…