Cómplices

Domingo, 18 de diciembre de 2011

Han llegado las primeras heladas serias de la temporada. Todo va con retraso, pero al final todo acude cumpliendo este deber cíclico de las estaciones.
Y del mismo modo que cada año se dan cita las estaciones y los ritmos de la naturaleza continúan sus procesos –a pesar del afán humano por alterarlo cada día hasta destrozarlo del todo-, del mismo modo, digo, a todos y cada uno se nos ofrece su disfrute y su contemplación. Como dirían las Sagradas Escrituras, el sol sale cada día para todos, para buenos y para malos, para justos y pecadores.
Y esta luz envuelta en hielo puede inspirar a unos y a otros, o puede haber inspirado a otros mucho antes que a mí, y sin haberles leído, quizá alguna de mis palabras sean gemelas de aquellas que nos precedieron.
La originalidad absoluta existe en pequeñas porciones, en dosis mínimas. Siempre hay alguien que nos precede. Como reza la vieja máxima, no hay nada nuevo bajo el sol. Y sus hallazgos, logros y pasos –aunque sea inconscientemente- están en nuestro acervo. ¿Quién se acuerda de Petrarca cuando logra un endecasílabo, aunque éste sea alicorto? ¿Quién se remite a San Juan de la Cruz, cuando le sale aquello algo parecido a ‘soledad sonora’ o ‘un no sé qué que queda balbuciendo’?
Todo está ahí. Todo es material o herramienta de la que usamos, porque es la que está a nuestro alcance. A algunos les es dada la fortuna de abrir una nueva senda, pero son los menos, y no siempre los nuevos senderos conducen a lugares mejores o más habitables que los viejos conocidos...