Cómplices

Jueves, 15 de diciembre de 2011

Parece que ha concedido en el tiempo la llegada a diversos lugares de los mismos libros, como anticipados regalos navideños, como especialísimos detalles que son mucho más y mucho mejor que la propia materialidad del valor de sus páginas.
Ayer, sin ir más lejos, pocos días después del blando aterrizaje en casa de una bandada de libros de poesía procedentes de Sevilla, me llegó otro de Asturias. Mi amiga Lucía me lo ha enviado. Y lo ha hecho con misterio incorporado, puesto que en un humilde pos-it me rogaba que guardase el misterio hasta el día de Reyes. Lo haré. Hay que guardar los misterios, hay que respetar las voluntades. Será más intenso el instante en que, al fin, desvele el contenido.
También me ha llegado, desde Castellón, el libro de Amelia Díaz, su poemario Manual para entender las distancias, con la hermosa dedicatoria portadora de deseos de eliminar esas distancias.
Es curioso, además, que al leer tres blog (el de Álvaro Valverde, Elías Moro y Andrés Trapiello) me encuentro con referencias a dos libros que también me llegaron desde Ediciones La Isla de Siltolá, Sevilla, dos antologías una de poesía española y otra inglesa.
¿Sólo coincidencia...? ¿Alguna señal...?
Y uno, de este modo, va regando sus minutos con la sensación de que puede sentir la luz, aunque el cielo esté cubierto como por una carcasa de plomo.