Cómplices

Miércoles, 14 de diciembre de 2011

Algunos días son propicios para resolver enigmas. En días así, descubro que me he movido inútilmente, como una peonza que gira para concluir su baile en el mismo lugar, o unos pocos centímetros más allá, o como un bucle que serpea y se retuerce para cerrarse allá donde había comenzado.
En jornadas como hoy, constato que he entrado en el laberinto destructor, sin darme cuenta de que me tiendo la trampa sin ayuda de nadie. Mi cabeza arma selvas intrincadas en las que me perderé inevitablemente.
Por suerte, la mayoría de las veces, aparece una calva en mitad de la espesura, entra la luz y uno se ubica. Es mejor darse la vuelta y volver al sendero; pero con la precaución de introducir en la mochila algunos de los frutos de ese bosque. Siempre hay algún alimento aprovechable.
Aún estoy a tiempo, pues la prisa es un contrincante de apariencia inocua pero muy peligrosa, otro enemigo bien pertrechado con armas mortíferas…