Cómplices

Jueves, 14 de febrero de 2013


Leo correos electrónicos y participo en conversaciones con un común denominador: el desánimo marcado entre los latidos de sus palabras. Reflexiones de amigos y amigas que demuestran el hartazgo por cuanto se está perdiendo en esta parte del mundo llamada España; sobre todo ilusión y ganas. Pensamientos que muestran su temor hacia la acción de determinados grupos políticos que consiguen ahogar las justas aspiraciones de muchos, con la vieja táctica del divide y vencerás.
Es tal la necesidad de recuperar la autoestima en nosotros mismos como colectivo, como grupo, como sociedad, que hasta la admisión a trámite de la Iniciativa Popular para modificar nuestra infumable e injusta ley hipotecaria, se convirtió en alegría colectiva. (Y si uso semejantes calificativos, en realidad voy a rebufo de unas cuantas sentencias judiciales. Reconozco que ni soy original ni soy valiente).
Me enteré casi en directo, mientras tomaba un café en un solitario bar muy céntrico. Tuve dos sentimientos encontrados: por una parte me alegró hondamente que se consiguiera ese primer paso que minutos antes parecía una utopía; por otra me enfadó hondamente que la sensibilidad de nuestra casta política sea incapaz de pulsar la realidad de las gentes de este país, y tenga que movilizarse con unos cuantos muertos a sus espaldas.
Y ya que he dicho en este lugar tantas cosas sobre la mentada casta política, es de justicia resaltar ahora el gesto del PSOE de retirar una de sus iniciativas legislativas a las que tiene derecho según el cupo reglamentariamente establecido, para que esta iniciativa popular tuviese su opción en este trimestre y no esperar al próximo. (Y esto a pesar del deplorable gesto de Valeriano Gómez —exministro de trabajo y sindicalista según tengo entendido— hacia Ada Colau, al darle la espalda ostensiblemente y preferir continuar compadreando con Vicente Martínez Pujalte, cuando a éste le ve cada día del año en el hemiciclo).
Ojalá que este primer paso no sea el último; ojalá que la sensatez elemental de la propuesta formulada por la plataforma de afectados por los desahucios obtenga la categoría de ley. Porque lo verdaderamente lamentables es que aún no sea ley.
Aunque uno se teme lo peor, en este mundo cuyo único baremo es la rentabilidad financiera y hacer negocio de todo, incluso de la vivienda, uno de los derechos más elementales de las personas.
Pero si se consiguiera, no habría líneas suficientes para agradecer a esta iniciativa y a su cabeza visible, Ada Colau, tanto esfuerzo, tanta pasión, pues, acaso esta labor sea la primera piedra que nos conduzca hacia la recuperación de la esperanza, el optimismo y la ilusión. Hacia el profundo convencimiento de que las cosas sólo podrán empezarse a resolver cuando la mayoría nos pongamos manos a la obra, y no dejemos que otros actúen como si nuestros asuntos fueran una de las macetas de su cortijo.