Cómplices

Lunes, 11 de marzo de 2013


Ciertas actitudes y ciertas decisiones traen escondidas navajas afiladas y envenenadas. No hay nada peor en situaciones de confrontación que minusvalorar las fuerzas de tu oponente. Quizá sí, quizá sea peor aún, además de despreciar al contrario, actuar como lo haría un elefante miope en el interior de una cristalería de Murano. Y ciertamente, durante el pasado fin de semana este país ha asistido con estupor a un vodevil que, en realidad es un drama, cuya verdadera víctima es una joven mujer que nadie sabe a ciencia cierta dónde está.
Los guionistas encargados de escribir la farsa de la realidad son tan malos que consiguen argumentos brillantes, de puro irracionales.
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Después de contemplar con verdadero pavor las imágenes desveladas por la web de la Cadena SER sobre el modo en que una patrullera de la Guardia Civil embestía a un patera, vuelve a sacudirme la evidencia de que el punto al que puede llegar la vileza del ser humano no tiene límite aún. En este caso no se trata de ningún vodevil, sino más bien de una tragedia con muertos que pasaron a convertirse en sustancia del mar.
Muertos sin nombre. Llanto sin tumba.
¿En qué parte de este horror cabe un verso, qué sentido tiene un poema?