Llueve con desánimo, como con cansancio. El día ha tenido de todo. A las seis de la mañana estaba cubierto, como con una manta de plumas para que el asfalto no tiritase a la amanecida. Poco a poco, esa manta se ha deshilachado fracturándose en pequeños terrones azules que han crecido animados por el sol que se ha hecho fuerte. Y ese sol nos ha engañado haciéndonos creer que también su calidez nos envolvería, pero no ha sido así del todo. Pero paulatinamente la tarde se ha ido oscureciendo hasta tornarse un túnel plomizo. El peso de las nubes era excesivo y ha comenzado a llover.
Sin embargo hablar de estas cosas cuando el grito por la libertad se está convirtiendo en un panteón con excesivos muertos en Libia, es absurdo, inútil. Un sinsentido que sólo tiene cabida en conciencias con la mirada cercenada. En realidad un sólo asesinato de este tipo es un crimen sin posible perdón que no se justifica de ninguna forma.
Los tiranos se aferran a su trono de sangre como si supieran que su vida es tan desgraciada y vale tan poco que una vez desposeídos de su cetro, serán poco más que inútiles lobos famélicos y desdentados en manos de cualquiera. O a lo mejor es que la estulticia humana llega hasta el extremo de pensar que quien ocupa semejantes puestos acabará por emular a la mismísima divinidad y alcanzará la vida eterna.
Ja.
El caso de Gadafi es especialmente cruel, porque su desfachatez y su cobardía han llegado a extremos realmente grotescos, sino fuera, porque de sus ocurrencias dependen tantos millones de personas. Y uno no sabe si este hombre ha sido un títere en manos de muchos dueños, o, más bien, ha sido él quien se ha sabido cobijar (con burdos chantajes y sólo para sus intereses personales) bajo el paraguas que más le convenía en cada ocasión. Cuando le interesó se resguardó bajo las faldas de la Unión Soviética, luego se quiso erigir en líder del movimiento árabe y últimamente se unió a los intereses occidentales, con la convivencia escandalosa de todos los gobiernos democráticos, sin que ninguno de ellos haya demostrado el más mínimo de dignidad y coherencia. (Después les escucharemos en las campañas electorales).
En este mundo globalizado, nuestra cacareada libertad y estado del bienestar, en realidad es un torpe gigante con pies de barro y un talón de Aquiles muy, muy frágil que se llama energía, mejor dicho, dependencia energética.
Según he escuchado este mediodía, Human Rights Watch y Amnnistía Internacional, (y no hay otra fuente de información, salvo los malabarismos de los propios ciudadanos libios) estimaban que en cuatro días el ejército y la policía libias han asesinado a cerca de doscientas personas. Han disparado a matar, según la versión ofrecida por el máximo líder de la oposición excarcelado hace poco, ya que él mismo en la morgue ha visto cómo la mayoría de los cadáveres presentaban orificios de bala en el pecho o en la cabeza. Han apostado francotiradores en los tejado. Han llegado, incluso, a la cobardía de acercarse a los manifestantes, asegurando que no les harían nada, que estaban de su parte, para, de inmediato, disparar contra los manifestantes inermes.
Muamar el Gadafi, sin embargo, seguirá rodeado por su guardia personal de amazonas: doscientas jóvenes vírgenes expertas en defensa personal, artes marciales y manejo de armas, y quizá en unos meses, vuelva a visitar algún país occidental como España, o regrese a Italia para instalar su tienda e intentar convertir al Islam a las más jóvenes y más hermosas italianas que Berlusconi le presente…
Pero no sólo en Libia la libertad se conquista con muertos y sangre. En Argelia la policía también actuó con dureza ayer mismo. En Irán la represión está siendo muy dura. En Barhein parece que se está en un compás de espera, mientras los manifestantes se reorganizan en el Plaza de la Perla. Y en Marruecos se han iniciado las manifestaciones. En principio no tan numerosas ni siquiera tan exigentes en sus pretensiones, pues parece que la mayoría no cuestiona (al menos por el momento) la monarquía alauí.
Por si las moscas, en China se ha prohibido que estas informaciones se acerquen al pueblo, pero algunos (siempre hay sagaces y hábiles en todas partes) ya se han enterado de tanto movimiento por la libertad y parece que alguna pequeña manifestación ha tenido que disolver la policía de nuestro patrón. (No olvidemos quién ha venido últimamente a España, quién se ha hecho con buena parte de nuestra última emisión de deuda pública, a quién no se le ha criticado por esta cuestión de los derechos humanos).
Tiranos como Muamar el Gadafi, que además resultan monstruos grotescos, pero tan sanguinarios, sólo sirven para que uno reniegue en parte de su condición humana, y para que clame contra semejantes individuos.
Creo que el mejor destino para este asesino, sería el banquillo de los acusados de la Corte Internacional de la Haya.
Sigue lloviendo, aunque tal cosa no significa nada, cuando clamar por más dignidad humana, y pedir libertad de expresión, de asociación, etcétera, sigue costando tantas vidas.
Entretanto, y mientras llueve, procuraré dar algún sentido a mis versos.
Entretanto, y mientras llueve, procuraré dar algún sentido a mis versos.