Cómplices

Martes, 22 de febrero de 2011

Cualquier otro día estaría paseándome por la ciudad, intentando quemar alguna caloría que otra, intentando construir, al menos, un pequeño dique de contención que evite el aumento de volumen.
Pero esta tarde, en poco más de un par de horas es el homenaje anual que la Tertulia de los Martes dedica a Antonio Machado. Hoy hace años de su muerte en Colliure.
Siempre he sostenido que este hombre, bueno en el buen sentido de la palabra, había muerto cuando tuvo que cruzar la frontera española.
A él sí le dolió España.
A él le dolió hasta la muerte. Siempre humilde, pero siempre firme, siempre decidido en su tarea.
Esta ciudad –al menos una parte no pequeña de ella, entre la que me encuentro como es bien sabido- siente auténtica veneración por el sevillano. Es una veneración casi popular, algo así como si después de los doce o trece años que hizo el recorrido desde la Pensión donde yacía cada noche, hasta el Instituto de Bachillerato (hoy llamado Mariano Quintanilla), o desde la pensión a la no lejana Alameda del Eresma, o cuando se acercaba al café La Unión, hubieran sido suficientes para que muchos pensemos que lo podemos encontrar en cualquier momento en alguna de nuestras calles. Y no, por desgracia no es así, lo encontramos en cada uno de sus versos que, acaso sea el mejor modo de encontrarlo, el más seguro, el más verdadero.
Y qué tendrá que ver esto con el diario y con mi no paseo…
Algo sencillo.
Si hubiera salido de caminata a la hora acostumbrada, habría llegado a casa a la hora de cada tarde. Y hubiera emperezado hasta el extremo de no querer salir.
Y no, hoy no debo.
Hoy debo acudir a la entrada de la casa, a escuchar los versos que recitarán algunos segovianos de modo espontáneo. Incluso alguno habrá escrito algún poema para la ocasión y se atreverá, como hace un par de años se atrevió mi amigo Fernando. Yo acudiré en silencio. Me refugiaré junto a una pared, y escucharé y me empaparé y elevaré, si acaso, alguna jaculatoria silenciosa a ese buen Dios en el que él a su modo creyó, para que este mundo deje de sufrir cuanto está sufriendo…
Mañana, supongo, contaré algo más sobre el acto.
Pero más que sobre el acto procuraré contar sobre lo que sienta durante el acto.

* * *
Los más perspicaces habrán observado cambio de título de este blog. La verdad es que ha sido accidental. Al introducir en el buscador el título La palabra de cada día he descubierto que es un título que ya existe para un libro editado y que la temática apunta hacia el ámbito religioso.
No es que me importe, pero no sabía que uno era tan poco original. En fin que he decidido en un ataque de pasión de los míos, que el título genérico del blog y de mi diario por tanto, cambie y se convierta en El surco de los días..., al menos por el momento.