Cómplices

Miércoles, 23 de febrero de 2011

Y el acto-homenaje a Antonio Machado, resultó hermoso y sencillo, como son siempre estos actos…
Llegué con tiempo suficiente para saludar a unos y a otros (Ángel y Maribel, Fernando, Rafa Cantalejo, Clara Luquero, Jesús de la Torre, Antonio Ruiz, César, Antonio García Rivilla...), quizá para hablar con quien quería hablar, y eso que no tenía seguro que fuera a asistir, pero tenía la punzada optimista de que estaría..., y estaba.
Al acercarme a la verja que separa la calle Desamparados (donde se ubica la casa museo del poeta) una versión en sevillanas del Autorretrato decoraba la brisa del atardecer. Lo primero que hice, pues, fue llamar a mi mejor amigo de Sevilla, para que sintiera, aunque fuera a través del telefonillo, un poquito de aquel ambiente.
De la Tertulia de los Martes, organizadora del acto desde hace treinta y seis años, sólo ha estado Luis Javier Moreno, ni Ignacio Sanz ni José Antonio Abella han podido asistir, por diferentes causas.
Luis Javier es un hombre bueno, buen poeta, delicado también en sus diarios, melancólico. Fue profesor de Literatura en el instituto Giner de los Ríos de esta ciudad. La primera edición del premio Gil de Biedma de poesía la ganó ex aequo con un poeta cubano. Pero estaba en esos momentos muy ocupado como para decirle nada.
Efectivamente era a él a quien quería ver. (Desde el principio ha sido el primer candidato en mi corazón para que me presentara Versos como carne).
La noche se ha metido en frío. No ha sido como otros 22 de febrero. Si la memoria no me engaña, hace un par de años pisábamos nieve, y en otras ocasiones los paraguas se han convertido en carpa improvisada para el jardín, a cuya entrada se ve el busto que esculpió Emiliano Barral a nuestro poeta y que sirvió para uno de los poemas del autor…
El acto-homenaje, como cada año es muy sencillo y popular. Se trata 'simplemente' de leer o recitar o declamar poemas de don Antonio u otros textos escritos al efecto. Y al final, Amparo, cantaautora segoviana, interpreta una canción o dos, normalmente poemas del poeta que ella misma ha musicado.
Son habituales en este lugar y en este acto representantes del grupo cántabro “La sirena del Pisueña” que cada año edita un librito o facsímil conmemorativo y en el que aparece algún estudio o poema sobre Machado. Este año son un par de artículos del escritor alcarreño José María de Petere y un poema largo del bilbaíno Aitor L. Larrabide que se editan por vez primera en España ya que sólo lo habían sido en Italia y México. (César -el librero que tiene allí su establecimiento me ha dado uno de los cincuenta que han traído). Y aquí, a mi vera tengo el librito, un octavo creo que se llaman, doce centímetros de alto por ocho de ancho, casi como un breviario. Su portada es el retrato de don Antonio al final de sus días, uno de los últimos: demacrado, enjuto, casi sombrío. Es un librito encantador.
Después de que haya hablado la nueva mantenedora de la Casa-Museo (Dominica Contreras, Marquesa de Lozoya, como su padre y su tío grandes amantes de la cultura y de las letras) ha empezado el acto como tal.
Primero han leído cuatro alumnos de segundo de bachillerato del Instituto Giner de los Ríos. (Y en este punto quiero anotar un lamento. Una idea gris que me cruzó el pensamiento. Nadie del Instituto Mariano Quintanilla, donde dio clase de francés Machado durante doce o trece cursos –salvo una profesora a título particular- ha hecho nada. Mi hija Ana que estudia allí segundo de bachillerato, se enteró anoche del asunto).
A continuación una estudiante norteamericana de español (hay varios grupos por Segovia) ha leído, masticándolo y lijándolo, un poema; pero ha sido maravilloso ver el esfuerzo de la chavalina y era muy extraño oír cómo sonaban en ese acento que siempre se me hace duro y cortante nuestras palabras, las palabras del poeta. Era un poco surrealista, pero era hermoso. Como surrealismo lírico.
Después una muchacha muy joven, ha puesto voz a un texto escrito por un colectivo republicano, que no sé si son de Segovia, aunque más bien pienso que no. Se trataba de una especie de acción de gracias al poeta por su coherencia, por su ser político, por haber luchado para que la racionalidad y el progreso verdadero llegaran a la España de los años treinta, por haber izado en nuestra capital la bandera de la República, aquel 14 de abril de 1931. Junto a ella, otro joven, en los hombros portaba una bandera republicana, yo diría que hermosa y saludable.
Los siguientes han sido un grupo de jubilados y jubiladas que se dedican al teatro y a la declamación. Han sido los que más poemas han declamado y lo han hecho bastante bien. Sobre todo uno de ellos, me ha llegado muchísimo. Ha interpretado, quizá sobreactuando un poquito, un poema largo, entrañable y sentido, y en su voz los versos quizá adquirían la entonación de la intención que el poeta quiso dar con los edificó, sílaba a sílaba.
Y este ha sido el momento clave.
El profesor del grupo ha declamado el “Autorretrato”. Y después de hacerlo me he dicho, ‘Amando, ahora o nunca’. Y sin más me he acercado a Luis Javier, que estaba sentado y medio escondido (sus piernas le traen a mal traer) y le he dicho que le iba a proponer un atraco. Le he dicho la verdad, que me encantaría que me presentara el libro. Me ha contestado que dependía de las fechas. Como estábamos en pleno acto, lo hemos dejado para el final. Pero he sentido que le ha gustado la idea. Esas cosas se notan.
Mi amigo Fernando (al que cité en la entrada de ayer) también ha leído un texto escrito por él para la ocasión. Me ha gustado mucho. Un poema donde se adentraba en el dolor que debió de sentir don Antonio al emprender el último viaje, ése al que me refería en la entrada de ayer. Un dolor que se hacía extensivo a todos cuantos sufren la atrocidad sin sentido y sin justificación de una guerra...
Luego ha salido el representante de la asociación poética de Santander a que me he referido más arriba. Nos ha contado que por la mañana había hablado con Manuel Álvarez Machado (que no sé qué parentesco tendrá con Antonio y Manuel Machado), quien le ha rogado que nos transmitiera sus disculpas por no estar con nosotros ya que a la misma hora, en Madrid, se presentaba la edición de una obra de teatro inédita del poeta. Nos ha transmitido que le trabajo de la familia es rescatar sus ancestros extremeños (Zafra). No he entendido muy bien a qué venía esa información, pero eso es lo que ha dicho. Tiene mérito, desde luego, el viaje de este grupo que cada año, el veintidós de febrero, se acerca hasta Segovia, para compartir con nosotros este instante.
Aún han salido varios lectores, con libros o folios mecanografiados en sus manos: Clara Luquero, la concejala de cultura, una profesora del Instituto Mariano Quintanilla, otro joven norteamericano…
Por último dos canciones cantadas (un poema del sevillano y un canto popular burgalés) por Amparo quien con su voz de soprano han puesto el broche musical al acto.
Tras las despedidas, saludos, pequeñas conversaciones, he podido hablar con Luis Javier. Si las cosas no se tuercen, me presentará el libro en la semana del 14 al 20 de marzo. Son fechas que a mí me vienen perfectas, pues antes del día 10 me resultaba fastidioso. Así que en estos días le tengo que enviar el libro, en cuanto esté en mis manos, cosa que ocurrirá uno de estos días, si en la imprenta cumplen con su palabra, cosa que no pongo en duda.
Antes de despedirnos, no he podido por menos de contarle todo. De modo contrario dejaría de ser quien soy. Hace unas semanas, quizá un mes, en la librería “Entrelibros” presentó su último libro de poesía, Circunscripciones, editado por la “Isla del Náufrago” de José Antonio Abella. Tenía pensado haber asistido al acto, porque Luis Javier desde que conozco su obra (y mucho más desde que le conozco a él) me ha gustado mucho. Pero sucede que uno es muy casero, y la hora de la presentación era las ocho de la tarde. Recuerdo que aquel día hizo un día de perros. Incluso nevó, si no me equivoco. El caso es que me puse a escribir –para variar- y cuando me quise acordar eran más de las ocho y media de la tarde. Absurdo plantearse salir corriendo hacia la librería. Este detalle es el que más me ha frenado en los últimos días a la hora de decidirme a pedirle que me presentara Versos como carne, pero al final lo he hecho.
* * *
Llegué a tiempo de ver el fútbol.
Lo malo de estos partidos (partido de ida de los octavos de final de la Champions League) es que a uno le dejan con la sensación de que todo es posible, y de que tu equipo es bastante menos equipo de lo que dice la tradición y sus aficionados más viscerales.
Aún así, creo que este año terminará pasando a cuartos de final después de seis temporadas. En realidad lo espero, pero, ya digo, sus argumentos no son precisamente sólidos ante un equipo con mordiente y poderío físico.
Y además, sucede, que uno se entretiene con un acontecimiento que no tiene nada de entretenido. Como me ha escrito un amigo esta mañana, el partido fue una castaña. Él es más objetivo, porque su corazón no pertenece a estos colores, por tanto los ojos de la pasión no le ciegan de la realidad. Y si analizo con frialdad, poco hay que llevarse al recuerdo de este enfrentamiento, salvo eso quizá, que fue un enfrentamiento: duro, trabado, intenso, agotador. Como comerse una gallina vieja sin haberla guisado siquiera.
* * *
Después del largo paseo de esta tarde, mientras me tomaba un café en la terraza de La Concepción (así de agradable estaba la tarde), he hablado con Francisco Concepción. (He pensado, seguro que en Tenerife están muchísimo mejor que aquí). Oscurece en Edimburgo, la primera novela que se ha escrito en Internet por siete escritores sin un plan previo, sin conversaciones sobre la trama, con la colaboración de los lectores, ya está maquetada. Falta mucho menos para que se convierta en papel. Está resultando un esfuerzo titánico. Y todavía me pregunto entre admirado y agradecido, de dónde saca tiempo y fuerzas este hombre para convertir cada sueño en una realidad tangible, mensurable…
Como me ha dicho va a ser un año completito de promociones… Ya se me están empezando a ocurrir algunas ideas para su presentación en Segovia…
Y después de acabar la conversación, mientras fumaba y contemplaba el paso ante mí de las personas que cruzaban la plaza (el pintor y la escultora, un cura jubilado, cuatro jóvenes extranjeros formando dos parejas enamoradas, los niños jugando al escondite con su mamá…), he pensado que ahora mismo tengo cuatro libros entre manos. Cada uno en una fase distinta, pero todas ellas importantes. Pensaba en Versos como carne, a punto de saltar al campo de juego. Pensaba en Oscurece en Edimburgo, a punto de entrar en la sala de máquinas de la imprenta… Pensaba en Identidad que no encuentra equipo que le ponga una camiseta que le vaya bien (el escritor la escribió, pero su representante –que soy yo mismo-, no le encuentra acomodo) y el libro de poemas que estoy escribiendo, que aún no ha nacido que aún se gesta en el útero de mi cabeza…
Y he decidido dejar de pensar. Porque el vértigo puede acabar conmigo. Y he decidido que mejor era pagar el café (‘Dos euros, caballero’, me ha dicho la joven camarera), levantarme, descender la calle Real y sentarme ante esta pantalla, para escribir, para hacer del tiempo un jardín perfumado en el que me encuentro casi instalado en las puertas de la felicidad.
También quería decir algo sobre el día de la fecha, pero creo que todo tiene un límite, y en este caso lo he sobrepasado muy, pero que muy ampliamente.