Cómplices

Viernes, 18 de febrero de 2011

Me parece que ya comenté hace unos días que andamos detrás de resolver el concurso de cuentos para niños que organiza la Diputación de Segovia, más en concreto los compañeros que dirigen el servicio del bibliobús y que forman parte del Área de Cultura de la Institución.
Sin desvelar nada, puesto que es pronto y quizá haya que despejar algunas dudas, y dado que el otro día manifesté que la calidad de los cuentos no era precisamente como para echar a repicar las campanas de la esperanza, tengo que decir que hoy he tenido el gustazo de leer un cuento que me ha parecido maravilloso. Espero que no sea demasiado maravilloso.
Ya diré algo más, cuando se pueda.
* * *
Con el libro que ando escribiendo me sucede algo curioso. No es difícil que me suceda que algunas de sus fuentes de inspiración se me aparezcan por la calle. Ya sé que quien no esté en el centro del asunto empezará a pensar que estoy a punto de llegar a la locura.
Pero eso lo explicaré en otro momento. Cuando pueda hacerlo.
El caso es que hoy me he encontrado con uno de los protagonistas de mis poemas. Y su encuentro me ha alegrado la tarde. Me ha abierto la sonrisa del alma, que ya me iba haciendo falta pues el día estaba siendo, por diferentes causas, de los que podría definir como de vuelo rasante, muy, muy rasante.
Está claro que los años no perdonan, pero a poco que uno quiera y esté dispuesto a luchar, el tiempo sólo vence la batalla del cuerpo. La otra la tiene perdida, por más que envíe sus más arteros espías, sus más infectos activistas. Da lo mismo. Hay seres, y él es uno de ellos, que siempre son capaces de ver el lado positivo de la existencia, que son capaces de encontrar, en poco tiempo, esa faceta que se parece tanto a un amanecer o a un día en la playa ante un mar tranquilo e infinito.
Y mientras charlábamos y nos reíamos (con él es tan difícil no reírse como no aprender), me daba cuenta que él sí ha conseguido encarnar aquello de que la felicidad es vivir la existencia como si fuera un éxito, a pesar de los contratiempos, de las dificultades, de la enfermedad, del paso tiempo que lamina el organismo, a veces de modo cruel, nos pongamos como nos pongamos.
No se trata de resignación, se trata de asunción.
En resignarse hay una determinada cantidad de centímetros cúbicos de veneno que nos emponzoña. En resignarse hay una negativa implícita, como un poso indefinible de no aceptar lo que tenemos, un desear alejarlo lo más pronto y lo más lejos posible de nosotros mismos.
Sin embargo, en asumir nuestra vida, por el contrario, lo que prima es la afirmación, la valentía de quererse tal y como uno es. El paquete completo, incluyendo el envoltorio y los posibles defectos de fábrica.
A lo mejor en esto consiste madurar, a lo mejor ahí está el quid de la vida, y el verdadero meollo que conduce a la sabiduría que poco tiene que ver con la cultura y con los muchos conocimientos.
Y la tarde, qué quieren que les diga, ha alzado el vuelo sin mucha dificultad.
* * *
Llega el viernes y como la mayoría de viernes mis neuronas solicitan su descanso, deciden que ha llegado la hora de aplacar un ritmo que no sé para qué sirve. Negocio con ellas, pero deben tener una representante sindical de sólidos principios que no está por la labor de perder los derechos que tantas décadas de lucha han llevado a la clase trabajadora a conseguir su descanso semanal, sin que el patrón por ello se sienta amenazado de muerte, o cosa por el estilo.
Insisto, les propongo ideas, les sugiero imágines, les susurro palabras, casi mendigo la colaboración de alguna ellas especialmente encariñada con su tarea; hay empleados así en todas las empresas. Probos trabajadores que nunca encuentran problemas para echar horas extraordinarias, incluso por nada, por la satisfacción de ver avanzar la empresa para la que trabajan. O si no es así, al menos individuos que saben que están mejor en su puesto de trabajo que en otra parte. Aquellos o aquellas que saben que al llegar a sus casas se van a encontrar con un panorama desalentador, cuando no asfixiante.
Pero no, no hay esquirol posible en mi interior. Están todos y todas de acuerdo en dejar su puesto y retirarse a descansar. Se conoce que para lo que les pago bastante han hecho ya.
Quizá deba comprender que tienen razón.
Quizá deba aceptar que mañana será un nuevo día, una jornada en la que algún verso que merezca la pena brotará ante mis ojos, como una flor, una flor tan hermosa que será indescriptible en su sencillez y en su contundencia y en su capacidad de pulsar la cuerda de la emoción.
Pero para eso habrá que esperar a mañana.