Cómplices

Viernes, 4 de febrero de 2011

Y el caso es que la jornada ha sido movididita. Al menos para las neuronas. En realidad llevo un par de semanas como si sólo vivieran dentro del programa de centrifugado de la lavadora: 1.000 revoluciones por minuto.
Ya no podía mucho más, así que he decidido entrar en Internet. No había muchos correos.
Uno que me pedía un poema para un blog (Ángeles y Reiki). Se lo he mandado. Veremos.
Luego en el escritorio me anunciaba la aparición de un artículo de un blog que sigo en secreto.
Lo he leído.
Luego he ido al blog del que hablababa en su artículo.
Y he llegado a la tremenda conclusión de que vivo anclado en algún lugar del pasado. Pero en algún lugar muy lejano. Muy lejano.
No, más aún, mucho más...
No se molesten en leerme.
Soy prehistoria. Busquen algo que merezca la pena y que sea ácido y que sea rompedor y que sea original. Algo moderno y con sustancia. Pero de la de verdad. Esa sustancia que tiene que ver con un mundo que respira odio, pesimismo y cinismo en diferentes proporciones según la maña o el gusto del chef de turno.
Al menos en una cosa sí estoy de acuerdo. Muy de acuerdo, diría yo: lo de escribir tampoco es para tanto.