Cómplices

Domingo, 27 de marzo de 2011

Dentro, silencio de un día de primavera, fresco, lluvioso y ventoso… Fuera, la ciudad bulle. Según he visto en la prensa, unos cuatro mil corredores han participado en la V Edición de la Media Maratón Ciudad de Segovia. A esta cifra habría que añadir la de los acompañantes. Algunos hablan de diez mil personas.
Por mi parte no he visto nada del acontecimiento, salvo a los paracaidistas, descendiendo hacia el suelo de la Plaza Oriental. Y los he visto por casualidad, porque a las diez de la mañana me ha distraído de la tarea el ruido del bimotor que los transportaba. He descubierto la fase final del vuelo de tres de ellos. No sé cuántos habrán descendido…
El primero ya estaba sobre la vertical del Acueducto, el segundo se aproximaba desde muy lejos, en apariencia, con la bandera de Segovia atada a los pies, y el tercero, más lejos aún, con una enorme bandera española…
Cuando digo lejos, no quiero decir alto, o sólo muy alto, sino que no se habían arrojado en la vertical sobre el punto en el que debían tomar tierra (en este caso la parte oriental del Acueducto). Se habían lanzado desde una zona más al sur, por eso los he podido contemplar.
Es increíble como aprovechando el viento, me imagino, iban guiando el paracaídas moviendo las cuerdas que agarraban como si fueran el timón. Descendían lentamente, con la parsimonia de quien tiene todo controlado.
Y a los ojos de quien los contempla, esto parece un milagro. Uno está acostumbrado a que un cuerpo cuando es arrojado o se cae desde la altura cae a plomo, en picado, sin otra opción que la famosa fórmula de los nueve coma ocho metros por segundo que aprendimos en los rudimentos de física que aún me quedan… Pero no, un paracaídas, con esa forma trapezoidal sirve para mecerse en el viento, para descender con la misma parsimonia con la que los pájaros acaban por posarse en tierra…
* * *
Mi amiga y gran escritora Ana J. presenta el próximo miércoles en Santa Cruz de Tenerife su última novela Sangre y fuego a la que ya estoy enganchando, aunque pueda leerla menos de lo que debiera… Por otra parte, mejor, así disfruto más de su lectura.
Como dice otra amiga, ¿cuándo inventarán el teletransporte…? ¿No habrá ningún paracaídas o similar que nos permitiera ese viaje?
En fin, como ocurrió con Versos como carne, pero a la inversa a las siete de la tarde (ocho en la Península) estaré muy pendiente del acto, y espero recibir pronta información de lo sucedido, y espero que todo vaya fantástico.
Claro que eso es lo normal en un caso como éste.