Cómplices

Sábado, 26 de marzo de 2011

A pesar de ser tan temprano para un sábado, estoy fundido. Empleando la terminología de una amiga, obviamente canaria, diría que estoy hecho gofio, pero estoy contento.
La jornada que hemos pasado para conmemorar el II Día Internacional de la Poesía de Segovia, ha sido maravillosa. He madrugado muchísimo para aprovechar el día y para continuar el empuje que ayer, como un vendaval, me animó a rematar lo que ahora me traigo entre manos.
Sólo conocer a otros poetas (y sus familias) que vienen de otras partes de España e incluso del extranjero (este año el venezolando residente en Nueva York Miguel Ángel Agostini) y reencontrarse con otros que conocimos el año pasado, merece la pena. Y así ha sido. Y ha sido, como muy bien ha dicho al final de la tarde Pedro Sevylla de Juana, porque en Segovia tenemos a Norberto García, y quizá fuera necesario que en cada ciudad, en cada localidad exista una persona así, tan trabajadora, generosa en el esfuerzo y sacrificada. Con individuos así todo es posible, y si no lo es, lo parece.
El día ha comenzado con el encuentro en plena Plaza Mayor de Segovia, a la una menos cuarto de la tarde. La idea era citarnos allí para descender hacia la próxima Casa-Museo de Antonio Machado. Y la primera noticia gozosa ha sido conocer a uno de los benjamines del acto, un chaval de Segovia, Gonzalo García Arahuetes, que estudia en Madrid (tímido como un jilguero, alto como una torre y educado como un príncipe). Junto con Laura Vázquez (que sólo ha venido al recital, ya que también actúa en el grupo Tempus), repito, eran los más jóvenes del día. Pero ha habido también otros poetas jóvenes venidos de Madrid, Valladolid, Murcia… Y esto quiere decir que hay savia siempre que viene detrás de nosotros, los que somos humildes gotas en un cauce de milenaria extensión.
La jornada, ventosa como casi todos los días de esta semana, sin embargo ha sido muy luminosa y de temperatura agradable (no como ahora mismo en que está jarreando con energía y determinación, como si fuera necesario lavar urgentemente las culpas o las penas).
El tamaño de la Casa Museo de lo que fue pensión del poeta sevillano durante doce años en esta ciudad, no permite muchos alardes, así que la visita se ha dividido en dos grupos. Quienes hemos decidido entrar en el segundo, nos hemos ido de paseo camino del Alcázar distrayéndonos en esquinas, recovecos, paisajes, placas… Guía improvisado ha sido Jesús Pastor que con su habitual buen humor y vitalidad, así como su verbo bien fluido, nos ha desvelado unos cuantos detalles de las calles que pisábamos. La mayoría, no todos, relacionados con la literatura. Hemos admirado la torre románico-bizantina de San Esteban, parte de la fachada renacentista del Palacio Episcopal. Hemos escuchado sobre los paseos de San Juan de la Cruz, nos hemos asomado al balcón que se abre en los jardines de Fromkes para contemplar El Parral, Zamarramala, parte del convento de los carmelitas, hemos aprendido por qué las puertas de las canonjías se cerraban por las noches y cómo las mujeres lo suficientemente feas podían atravesar sus puertas una vez oscurecido –y ello a juicio del centinela que hacía de cancerbero-, hemos visto la placa que sitúa la casa donde estuvo la primera imprenta de España, la que imprimió el primer libro en nuestro país, El Sinodal de Aguilafuente (pueblo de esta Provincia), hemos visto casi de lejos el barco del Alcázar y hemos subido nuevamente hacia la calle Desamparados, justo a punto para nuestra visita.
Siempre que voy a la Casa Museo de Antonio Machado me emociono. No lo puedo evitar. Hoy también. En poco tiempo (y gracias a circunstancias literarias todas ellas) he estado en ella tres veces muy seguido, pero da lo mismo. Siempre me emociono.
Es inevitable.
Sólo pisar los desgastados escalones de madera (quizá me traen recuerdos de las escaleras que había de subir todos los días para entrar en casa después de salir del colegio), supone una vibración especial para mi ánimo. Muy positiva.
La guía que nos ha explicado este lugar es una joven encantadora, educadísima y que hace su trabajo con entrega y dedicación. Con un criterio realmente encomiable la Academia de Historia y Arte de San Quirce (heredera de la Universidad Popular que, entre otros, formó el propio Machado durante su estancia en la ciudad) ha optado por mantener la pensión tal y como debió vivirla don Antonio. Los mismos techos bajísimos, alguno de los poetas tenía que encogerse un poco, la misma cocina, la misma distribución…
A medida que nos adentramos por sus pasillos y nos acercamos al corazón de la vivienda que no es otro (al menos para mí) que la habitación del poeta, siento que esa emoción a la que me refería aumentaba y se intensificaba. Como siempre.
Después de la visita y de la comida (agradable, distendida, amena como no podía ser de otro modo teniendo por contertulios a Santiago López Navia, Norberto, María Jesús (su esposa) y por otro lado a Benito y Carlos (Gonzalo y Alberto me pillaban más lejos), nos hemos acercado hasta el Teatro Juan Bravo, donde se ha celebrado el recital.
Cuando durante la comida, Norberto hablaba de que podría asistir mucho público, aunque me he callado, he pensado que era muy optimista, pero al ver la cola que se había formado a la puerta, me he quedado un poco asustado, la verdad. No es que se haya llenado el teatro hasta la bandera, como es lógico, pero el patio de butacas sí lo ha hecho y aunque nuestro teatro es pequeño, es un número interesante.
Después de hecha la foto junto a la estatua de Antonio Machado, y ocupado nuestro lugar, con puntualidad casi británica ha comenzado el acto, con un número especial de ilusionismo a cargo de Iván Asenjo, jovencísimo mago segoviano que tiene unas cualidades indudables para llenar el escenario. Él sólo ha llevado a un número importante de seguidores, que han seguido todo el acto con atención, diría yo, por lo que he observado, aunque de no ser por Iván, quizá no habrían ido al teatro. Al concluir la actuación de pocos minutos, ha empezado el recital propiamente dicho.
Creo que con acierto, Norberto había dispuesto a los poetas en tres tandas de once cada una de ellas (al final han fallado algunos de los seleccionados por razones muy justificadas y de última hora), y entre tanda y tanda ha habido alguna actuación que sirviera de relax para la atención. Hay que reconocer que treinta y tres poemas seguidos, aunque no sean muy largos, pueden indigestarse a cualquiera. En la primera tanda estaba mi lectura. Cuestión puramente alfabética. Podría hablar de cada poema, de los treinta y tres, de cada poeta, pero me eternizaría. Sólo sé que la calidad ha sido buena y, en algunos casos, especialmente sobresaliente, al menos para mi gusto; pero como sobre gustos todo es opinable, me la ahorraré por obvias razones. Sólo comentaré que es una pena que –en algunos pocos casos- los nervios hayan atenazado tanto al poeta que la lectura de sus versos haya perdido parte de la fuerza que tiene su lectura en el libro conmemorativo que se ha editado como recuerdo de este acto. Entre tanda y tanda se han sucedido las actuaciones. Después del primer grupo, ha actuado el grupo Tempus. Este quinteto femenino de estudiantes del Conservatorio, formado por piano, flauta travesera, violín, contrabajo y guitarra, ha ofrecido una versión de parte de la Banda sonora de El pianista y de algunos temas de los Beatles, mejor dicho, han enlazado al grupo de Liverpool después de haber hecho una magnífica y entrañable versión de Imagine de John Lennon. Tras el segundo grupo, ha habido un número de ballet, otra breve actuación de Iván Asenjo (que se ha atrevido con el tradicional truco –para mí siempre imposible- de meter en una caja que se hace diminuta a una chica a la que ha atravesado con dos espadas, para luego aparecer indemne a nuestros ojos) y el cantautor Paco Bravo ha cantado dos canciones cuyas letras eran dos poemas de Norberto, lo que ha debido ser una sorpresa para él. Por fin, después del tercer grupo de lectura poética, el acto se ha cerrado con una nueva actuación de Iván quien acompañado por la música de fondo de Tempus ha leído un poema sobre magia que le ha escrito un amigo suyo llamado Alberto. Todo un detalle por su parte, un detalle que ha rematado con un hermoso número muy visual.
He estado muy a gusto, muy tranquilo, disfrutando del hecho de que la poesía sea el centro por un día. He procurado atender con detalle a todas las lecturas. En todos los poemas he encontrado algo de valor, algo que ha llamado poderosamente mi atención. Unos me han gustado más que otros, como es obvio, pero en general, repito, la calidad ha sido alta y ha habido una buena variedad de estilos, lo que podría definirse como una buena panorámica de la poesía en España.
Han estado muy presentes los blog en este encuentro, pues una parte no pequeña de los participantes tenemos el nuestro y, algunos de ellos, ya les conocía de sus trabajos por la Red.
Si puede servir de alguna clase de indicativo, a quienes he saludado, quienes se han acercado para saludarme (y ahora me refiero a personas ajenas a la creación poética y a los blog), me han manifestado que el acto (después de algo más de dos horas) no se les ha hecho largo y, por el contrario, les ha gustado mucho. Es cierto que si se han acercado es que venían predispuestos, pero aún así los riesgos son evidentes.
Después de las inevitables despedidas, nos ha recibido la calle con el vendaval arreciando, y repleta de personas. Sábado por la tarde noche, centro de la ciudad, multitud de visitantes con motivo de la V Media Maratón Ciudad de Segovia, los poetas desapareciendo, perdidos en la multitud, buscando, acaso, versos en la mirada y en los gestos de quienes se cruzan con nosotros… Al fin y al cabo, como insinuó Vicente Aleixandre, escribimos muchas veces para quienes no nos leen...