Cómplices

Jueves, 3 de marzo de 2011

Me acompañan, como pasos lentos, las notas de una pieza de El clave bien temperado de mi querido Bach. Y me acompañan como marcando el dolor de la lluvia que va tiñendo poco a poco el corazón.
Para nuestros ojos, ciertos desenlaces son siempre incomprensibles y dañinos. Me agarro a la esperanza de que no sea así. Me aferro al clavo ardiente de una visión torpe y corta, incapaz de ver más allá, de ver el Más Allá, porque una tupida niebla nos impide contemplar el horizonte… Pero ahora mismo es eso, una actitud casi desesperada, para evitar la desesperación.
Continuaré con esta tarea incesante, a la búsqueda de llegar a tocar almas y desentrañar el dolor y la pasión que hacen tan maravillosa e inexplicable nuestra existencia. Quizá sea lo único que haga justicia a este dolor y a su ausencia.
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Creo que vivo en otras coordenadas diferentes a la de la mayoría de los humanos. Cada vez entiendo menos ciertas ambiciones y ciertos modos de afrontar la vida, como si todo en ella fuera objeto de un mercadeo al que siempre se le puede poner tasa, y siempre ha de pagar un peaje, a veces ridículo, para seguir adelante.
Me fatigan y me descentran tantos empujones, zancadillas, obstáculos, que sólo se ponen para demostrar que quien usa de ellos ostenta una determinada cuota de poder sobre uno. A la postre, no queda más remedio que intentar salir lo más indemne posible para que todo acabe por funcionar en una especie de equilibrio complejísimo y difícil.
Aunque, visto desde otra perspectiva, quizá sea inevitable todo ello, en el momento en que uno se embarca en una aventura, aunque sea tan liviana como ésta. No quiero ni pensar el tipo de pasta del que hay que estar hecho para afrontar ciertos viajes…
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Acabo de leer esta frase en una especie de entrevista que publica El País a Luis García Montero con motivo de la presentación de su nuevo libro Un invierno propio. La frase en cuestión es esta: “Como dice Joan Margarit, el lector de poesía no es como el público que escucha una canción, es como el músico que interpreta una partitura”. Creo que sólo por ella merece la pena haber llegado a esta hora de la noche sin más ganas de otra cosa que leer de aquí y allá, picotear un poquito de un blog, de otro, de un periódico, mientras el mundo debe continuar girando. (A mis espaldas la televisión emite algo, pero no me entero de nada, pues mi única percepción del exterior es un piano interpretando a Bach).
Sí, eso es… Encontrar a quien interprete tus partituras no es cosa sencilla. La conclusión, entonces, es que soy un afortunado, pues tengo más de un músico interpretando mis partituras…