Cómplices

Martes. 8 de marzo de 2011

Ha sido esta tarde como un encuentro con el pasado, con el más próximo y con el más remoto. Una tarde teñida, a la vez –si es que ello es posible-, de melancolía y de ilusión, una tarde de miradas por el retrovisor y hacia el horizonte.
Estar con Cristina Guerra es estar, siempre, con uno de los instantes decisivos de mi existencia.
No lo puedo remediar.
Los ‘momentos-hito’ de mi vida normalmente acaban encarnándose en alguien. Alguien con nombre y apellido, corporeidad, sentimientos… No recuerdo ningún instante fundamental –al menos fundamental para mí- en el que no haya alguien muy cerca haciendo de resorte, de freno o de guía…
Ella fue la primera que me empujó a volver libro mis primeros poemas… Quizá haga ahora treinta y un años que en vez de estudiar todo lo que debía, estuviera seleccionando, ordenando, revisando los poemas que se agruparon en Humanidad perdida. O todavía no, o todavía no se había producido la conversación del recreo.
A tanta precisión no llego.
Y hoy, cuando le he llevado Versos como carne y le he contado algunas de sus cosas, con legítimo orgullo ha reivindicado que ella fue la primera.
Quizá sea éste el primer libro en el que no ha tenido nada que ver directamente, ni siquiera en su último proceso de revisión, sin embargo sí leyó una selección de los poemas de Pavesas y cenizas, y me dio su opinión, que, por rubor, no transcribo.
Y como tantas veces, la he encontrado afanosa en su tarea infatigable, en esa dedicación a la que ha entregado su vida. Hoy, según me ha confesado, andaba detrás de Baudelaire, lo cual, para qué engañarnos, es un buen lugar donde estar. Este año, me ha dicho, han estado con Byron, Keats, Dickinson…, en fin, buena gente. En mi época no teníamos una asignatura llamada Literatura Universal. Lo que aprendimos (salvo quienes estudiaron filología) de ellos fue casi casual, fue casi una aventura, fue casi una pura lotería.
Hoy no, hoy por fin, parece que también nuestros bachilleres miran más allá de los escritores que ha dado España. Me alegro.
Siempre es una suerte estar con esta mujer, aunque sólo sean cinco minutos, uno aprende sin darse cuenta de lo que hace.
* * *
Una gran amiga me ha mandado un mail esta mañana, en el que, como tantos mail que inundan la red, se reflexiona sobre cosas importantes de los seres humanos. Los hay, como todos a estas alturas sabemos de todos los colores, para todos los gustos y con todos los estilos.
Se ve que mi amiga me conoce bien.
No sé la autoría del texto, o si es una de esas historias anónimas que se ha ido transmitiendo con el tiempo...
Pero me ha hecho pensar varias veces durante el día.
Simplemente lo transcribo:

DOS LOBOS
Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. El dijo, “Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros. Uno es Malvado. Es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego… El otro es Bueno. Es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe.”
El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: “¿Qué lobo gana?” 
El viejo Cherokee respondió, “Aquél al que tú alimentes.”

* * *
Se acaban las minivacaciones de los estudiantes. Martes de Carnaval y aunque me dicen que la Plaza Mayor ha estado bastante concurrida (ayer y hoy –por suerte el tiempo ha respetado-), tengo la impresión de que esta ciudad no es para los carnavales.
Cádiz sí. Tenerife también. Las Palmas. Río de Janeiro. Venecia. Ciudad Rodrigo. Segovia, no. Segovia no vive los carnavales. A veces da la impresión de que los soporta estoicamente y sin mucha determinación. Aunque es muy probable que sean cosas mías, aunque más bien seré yo quien los soporta con estoicismo y sin determinación.
Mañana comienza la Cuaresma.
Siempre que llegan fechas así, me queda un regusto extraño, pero mejor, lo dejo para mañana, porque me temo que hoy me alargaría en exceso…