Cómplices

Viernes, 18 de marzo de 2011

Sentir cómo me miraban mientras procuraba recitar mis versos, ha sido fascinante. De algún modo ha sido regresar a 1981 y 1982, cuando recorríamos los pueblos de esta provincia, y alguna límitrofe, y llevábamos la poesía de los miembros de Hominis a semanas culturales, fiestas y eventos de este tipo. Estaban tan cerca, en un semicírculo no excesivo, que parecía una reunión de amigos. En realidad es lo que ha sido.
En otro lugar contaré lo sucedido, aquí prefiero dejar el retal de lo que me ha sucedido, de la tranquilidad y la paz que me ha inundado mientras mi voz procuraba ser como una vasija en la que se amoldaran adecuadamente las palabras escritas.
A medida que pasaban los minutos, notaba que la atención de sus rostros se iba centrando, como si a cada verso la importancia del resto de cosas disminuyese o se alejase. Tanto es así que me he atrevido a recitar Luz sin piel de la tarde, el poema más duro y que más me cuesta leer de todos cuantos componen el libro, donde más dolor hay acumulado, a pesar de que sea, quizá, uno de los más oscuros del libro. Precisamente por eso. Precisamente porque es tan doloroso es por lo que es tan oscuro…
Durante unos cuarenta minutos, un puñado de personas han estado pendientes de las palabras tal y como las he leído, tal y como las he interpretado. Que la librería Diagonal me haya regalado esta oportunidad y que estas personas hayan acudido es un lujo, un lujo desmedido para los tiempos que corren y como tal tesoro lo guardo bien dentro.
Por no hablar del coloquio, esos veinte minutos en que la Poesía ha sido protagonista de nuestros pensamientos y de nuestras palabras. Otro lujo, otro tesoro… Y me he sentido tan cómodo defendiendo a la poesía y proclamando su vigencia, a pesar de ese miedo y de ese alejamiento de la mayoría.
* * *
Pero antes de esto, casi al final de la mañana, me ha llegado un correo para animar, para volver a dar cabriolas de alegría, aunque, al mismo tiempo, sea un mensaje que lleva dentro el indicativo de trabajo, mejor dicho de actividad. Cada día está más cerca la aparición de Oscurece en Edimburgo. Cualquier noche del próximo abril, dejo aquí escrito que tengo en mis manos un ejemplar de la primera edición de la novela. Cualquier día…
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Quizá no haya sido perfecta la tarea de la noche, pero a pesar de algunas secuelas, la herida dejó de sangrar. Veremos en qué queda la cicatriz. Porque habrá cicatriz, eso seguro. Y Dios no quiera que la más damnificada sea la más inocente, y la que más arriesgó en el envite...