Cómplices

Martes, 31 de mayo de 2011

¿En qué se me van los días? ¿Sobre qué alas de agua o aire vuelan mis horas? ¿Cómo es posible que lleve desde el viernes sin anotar nada en estas páginas? ¿No he vivido nada?
Y en realidad es lo contrario, no han dejado de pasarme cosas. Es verdad que son cositas íntimas, poco o nada trascendentes, incluso irrelevantes.
Pero en todo caso el principal culpable es uno mismo, una sensación de dispersión que me acosa y me aturulla durante toda la jornada, como si fuera incapaz de tener la voluntad y la mente sólo en una cosa. Y para ciertas cuestiones no importa que parte de la capacidad de concentración esté pendiente de algo diferente a lo que se trae entre manos; pero para escribir no es lo mejor. Al menos para mí es imposible.
Y el caso es que si reflexiono sobre el asunto, y lo hago muchas veces a lo largo de la jornada, no tengo motivos –ni siquiera lejanos- que expliquen semejante azoramiento del ánimo. Llegar a esta conclusión –evidentemente no puedo llegar a otra- me preocupa mucho más aún. Empiezo a creer que he entrado en una espiral con muy poco sentido en mi vida. Salvo que me esté engañando a mí mismo.
Se dice que casa con dos puertas es mala de guardar. Así que cuando se tienen más de dos puertas, no es que sea difícil, sino imposible.
La opción más sensata e inteligente, sería la de tomárselo con calma, acoger cada día con lo que venga y ya está. Al final hay tiempo para todo, si no en una jornada en una semana, o en un mes o en toda la vida… Teoría hermosa, en verdad, sin embargo para eso uno tendría que ser de otra manera. Y como diría Unamuno, cada uno es cada uno y sus cadaunadas.
* * *
También pudiera suceder que hay acontecimientos tan contundentes que necesitan de un tiempo para digerirse. Supongo que al escribir lo que acabo de escribir se pensará asuntos graves o trágicos. Nada de eso. Por suerte. Ni siquiera se trata de acontecimientos especialmente excepcionales en su manifestación externa. Se trata de cómo le han llegado a uno, cómo han arraigado en mi interior. Son emociones, pensamientos llenos de tantas facetas que no es fácil explicarlas. Ni siquiera es sencillo explicar porque me han dejado de este modo acontecimientos tan comunes y que en otras ocasiones me hubieran provocado líneas de alegría íntima.
En fin que habrá que seguir adelante, procurando que se note lo menos posible que uno tiene el alma en carnes vivas, por así decir, y cualquier cosita le llega con una intensidad especialísima.