Cómplices

Miércoles, 22 de junio de 2011

En ciertas ocasiones uno piensa que ha alcanzado la calma, un sosiego similar al que necesita una embarcación para que la singladura avance sin detenerse y, al mismo tiempo sin sobresaltos...; pero es todo tan efímero, que a veces creo que se trata de la situación menos habitual en el ser humano.
Cuando uno creía que podría disfrutar de unos meses de esa tranquilidad que algunos llaman monotonía y yo velocidad de crucero, cuando creí que mi espíritu podría acomodarse para tomar el sol, sin más, aparecen nubarrones que llenan el tiempo de sombras y dudas…
Lo peor del asunto es que se trata de imponderables contra los que no se puede luchar. Quiero decir que es imposible modificarlos, porque no está en nuestra mano hacerlo, sino que se trata de decisiones de otras voluntades; bajo mi punto de vista, lo más inteligente sería asumirlos, para que lo que es circunstancial no se acabe convirtiendo en un tumor destructivo. Más aún, asumirlos para intentar darle vuelta a la situación y encontrar su lado positivo que lo tendrá, aunque ahora no lo veamos...
Ayer asistí a la presentación del último libro que ha editado José Antonio Abella en su sello La isla del náufrago, titulado Frente al Pacífico de la escritora segoviana Montserrat Sanz Yagüe. El libro es la recopilación de artículos que la autora (catedrática de español en una universidad japonesa) ha escrito en los últimos años para el Adelantado de Segovia, en concreto en una sección en que un grupo de unos sesenta segovianos cuentan sus experiencias desde el extranjero.  En estos artículos Monserrat pretende acercar al lector el modo de ser de los japoneses, y los valores de su cultura, pero no a través de la grandilocuencia, ni de ideas abstractas; por el contrario usa de la cotidianidad, de lo sencillo, de lo que llega a cualquiera que salga a la calle y abra los ojos.
Cuando se pudo conectar por vídeo conferencia con su hogar (allá eran más de las dos de la madrugada), descubrí a una joven mujer sonriente, vital, ilusionada. Había escrito unas palabras a modo de intervención que nos leyó a todos. Y en ellas uno llegó a una conclusión bien simple en teoría, aunque a veces parezca muy difícil de poner en práctica: los contratiempos se vencen poniéndose manos a la obra y haciendo cada uno lo mejor posible la tarea que tiene encomendada, pero no por el mero afán de hacerlo bien, sino con la clara conciencia de que en este bien obrar está el beneficio para los demás. Quizá no sea preciso lo que estoy escribiendo; quizá Montserrat quiso decir algo diferente, pero a mí me pareció que por ahí iban los tiros.
Quizá nuestra cultura occidental –o española- es muy dada a la tragedia, a la lamentación, a dar vueltas a las cosas como si así se fueran a solucionar antes y mejor. Somos más propensos a perdernos en encontrar culpables que en buscar soluciones, y demasiadas veces pretendemos ser el niño en el bautizo, el muerto en el funeral, el novio en la boda…
Quizá no debí haber ido yo (o al menos yo solo) a la presentación, quizá alguien más hubiera debido acompañarme, lo mismo habría encontrado un candil en mitad del túnel…
Un candil en un túnel puede ser suficiente para encontrar la salida, pues poca luz alumbra mucha oscuridad.