En estos últimos días la ONU ha declarado oficialmente la hambruna en Somalia. Esta noticia debiera ocupar todas nuestras líneas y todas nuestras reflexiones y todos nuestros esfuerzos. En el siglo XXI no es de recibo que haya países cuya situación sea la del hambre a causa de una sequía brutal que asola el país desde hace muchos meses.
Sin embargo nos ocupan otras informaciones. Ni yo mismo he estado a la altura. Llevo desde el jueves comentando etapas del Tour, y citando la catástrofe noruega o la muerte de una cantante cuyas circunstancias concretas no se han aclarado aún (al menos que yo sepa), pero que todos intuimos.
Sin embargo, el hambre de los somalíes no ocupa las portadas de ningún medio de comunicación, y son pocos los blog que elevan aunque sólo sea su lamento por esta circunstancia. Hay, claro está, honrosas excepciones, como el trabajo de periodistas como Nico Castellanos de la Cadena Ser, o los tuits de te Ana Pastor de TVE que llevan algún tiempo intentando alertarnos de la situación, convirtiéndose en más de una ocasión en pregoneros de las ONG más implicadas.
Acabo de echar un vistazo a las portadas de los periódicos digitales de difusión más amplia. Cito: El País, El Mundo, ABC, La Razón, Público, La Vanguardia, El Periódico… Salvo Público (y en un lugar más bien escondido, en su parte inferior) ninguno de los otros seis trae en su página de inicio semejante noticia. Todos repiten –con algún matiz más o menos irrelevante- lo mismo: relatos, conjeturas y comentarios sobre la masacre noruega, la victoria de Evans en el Tour, la magnífica carrera de Fórmula 1, la manifestación de los indignados en Madrid (en tres o cuatro se repite, además, la misma imagen de una pancarta muy acertada –como el 99% de los eslóganes del movimiento-: “No es una crisis, es el sistema”, dice su texto), la presentación del vídeo promocional de Rubalcaba, reflexiones tardías sobre la dimisión del ex Presidente de la Generalitat Valenciana Sr. Camps, la reaparición de José Tomás en el coso de Valencia… Pero nada de la muerte por hambre en el cuerno de África. Habría que saber ahora, cuántos lectores de prensa digital pinchan sobre la página de la sección de internacional. Y cuántos de ellos han descendido el cursor hasta llegar a la información africana, porque ni siquiera en esta sección aparece en cabecera, ya que las primeras informaciones se las sigue llevando el horrible atentado en Noruega o el regreso de Hugo Chávez a Venezuela, o la otra matanza que hoy nos llega, esta vez en Texas tras una bronca familiar, parece.
Por suerte en el informativo de La SER de este mediodía he escuchado, por segundo día consecutivo, una emotiva y concisa crónica de Nico Castellanos que se ha marchado hasta allí, como hizo cuando lo del terremoto de Haití.
¿Estoy diciendo algo contra los medios de comunicación?
Parece que sí, a primera vista. Pero en el fondo no lo sé. Porque no estoy seguro de que ellos sean los únicos culpables, o más bien se trata de otra cuestión.
Como siempre en estos casos, me hago la misma pregunta: ¿Los medios no informan porque no interesa a la ciudadanía, o no interesa a los ciudadanos porque los medios no informan? En la vida, como se ve, no se puede aplicar la propiedad conmutativa como en las matemáticas y el orden de los factores sí afecta al resultado final de la operación.
En estos meses he escuchado al menos en tres ocasiones a José Luis Sanpedro la misma idea. No tiene que ver directamente con este asunto, sino con las movilizaciones del 15M, pero quizá se pueda aplicar también a esta cuestión. Sostiene el escritor que la libertad de expresión en sí misma no tiene ningún valor, sino viene precedida de la libertad de pensamiento. Y el sistema en que vivimos, el sistema que nos ha educado, se ha encargado de imbuirnos en el subconsciente con precisión sistemática lo que debemos pensar; es decir, no nos ha preparado para pensar con libertad, por tanto nuestra libertad de expresión no es tal, o al menos no lo es de modo absoluto. Quizá que una noticia como el hambre que amenaza a tantos centenares de miles de seres humanos en el llamado Cuerno de África pase desapercibida, o nos resbale por la piel con menos efecto que el agua de la ducha, tenga que ver con lo anterior.
Reconozcamos que lo que ocurre más allá de nuestra civilización es para nosotros tan lejano como si sucediera en otro planeta o entra época de la historia. Reconozcamos que la muerte de tantos seres humanos es algo que no nos importa. Reconozcamos que las consecuencias para los que sobrevivan, tampoco es que ocupen nuestros pensamientos. Reconozcamos que pensamos que es su problema, que nosotros tenemos los nuestros y que sucede muy lejos de nuestras vidas. Si acaso, acallaremos las conciencias un poco más turbadas con un donativo que nos justifique ante el futuro.
Es verdad, y no seré yo quien lo niegue, que como se están encargando de explicar unos pocos, Somalia es una de las pruebas evidentes de lo que los politólogos dan en llamar estados fallidos. Parece que se trata de un país nacido de la unión de dos colonias gestionadas por el Reino Unido e Italia. De hecho y tras y una cruenta guerra civil parece que en la práctica funcionan varios estados dentro de uno meramente nominal. Ante esta situación es difícil gestionar una escasez casi endémica, más cuando los dirigentes de los diferentes grupos tribales estarán más pendientes del poder que de sus pueblos. Pero a pesar de todo ello es inconcebible que el resto del Planeta permita lo que está sucediendo. Si Somalia interesara a una o varias potencias en algún aspecto no se habría llegado a esta situación.
Y los somalíes siguen llegando a un campo de refugiados en la frontera con Kenia, creo. En el trayecto de centenares de kilómetros, y ante la escasez extrema los padres van dejando de comer para que sus mujeres e hijos dispongan de una porción más de alimento. Sólo este dato, que ayer escuché a Nico Castellanos en su crónica del mediodía, tendría que ser suficiente para que el mundo entero detuviera su marcha, para que todos los gobernantes se dejasen de zarandajas y dispusieran lo necesario para que esto deje de suceder. Sin embargo, no va a pasar. En alguna información que he vislumbrado se insinúa que sectores afines a Al Qaida no quieren que la ayuda internacional se haga presente en su territorio. No sé hasta qué punto será cierto esta información, pero ahí está.
Mientras que la mejoría de la vida del ser humano en desarrollo armónico con el Planeta (en el fondo es lo mismo, pero prefiero esta tautología para que no se me malinterprete o para que se me entienda del todo), no sea el objeto primordial de los poderosos y gobernantes del mundo, no podremos decir que la Humanidad está en camino de su plenitud. Por el contrario, en el actual estado de cosas, en el que prima fundamentalmente la consecución de beneficios financieros y el crecimiento de los de siempre, asistiremos a más situaciones similares, o peores quizá.
No, no soy nada optimista en esta cuestión, como se observa.
Ya se ha advertido por los científicos –o por una parte de ellos al menos- que el primer y gran damnificado del cambio climático será precisamente África que es quien menos está colaborando en él, pues el continente con menos emisiones de CO2 a la atmósfera; sin embargo es el más frágil.
Entretanto seguiremos a lo nuestro. Ojalá, al menos, que muchas conciencias se sientan con ganas de justificarse y colaboren con la abnegada tarea que varias organizaciones humanitarias llevan a cabo en el terreno.