Cenar tanta sangría, medio litro, o algo más, no lo avala ningún médico, ni siquiera explicándole que estábamos pegando al Acueducto. Así que no diré nada a ninguno, porque, además, ha estado bien, muy bien. Hace calor de nuevo.
Por fin, dirán algunos.
Hemos agradecido la bebida, la refrescante mezcla de licores y frutas. Ese sabor que trae al paladar otras tardes y noches del verano, cuando era tan feliz en las verbenas…, cuando no se salía a cada fiesta, cuando volver a casa recogiendo la sonrisa del alba era batalla perdida de antemano…
La ciudad en los días del final de este julio (tan extraño, tan frío), aún no se ha animado lo bastante. Mi padre desde siempre me ha explicado que este mes es quizá de los peores del año, desde el punto de vista del turismo, al menos en Segovia. Por el contrario agosto es su monarca: su melena de rey y fuego ondea sobre los demás meses. Quizá porque en España sea el tiempo tradicional, el mes de vacaciones, aunque esta afirmación comienza a ser historia.
Pero hoy la calidez del vientecillo invitaba al paseo perezoso, y a gozar de un momento de sosiego y así intentar poner sobre el tapete los asuntos del día, compartiendo pequeñas cosas (esto y aquello) que se han ido quedando en el tintero, y observando el latido perceptible, quizá para montarse en su cintura, de esta ciudad tan plácida y tranquila. A lo mejor ha sido este calor que les ha disuadido de bajar, pero me he dado cuenta de su ausencia: no he visto a los vencejos. El caso es que parece tan temprano para que hayan buscado su regreso a las tierras más cálidas del sur, pero yo juraría que no estaban…
De regreso hemos visto departiendo, sentados en un círculo en el suelo, cerca de una treintena de indignados, hablando en asamblea. He pensado en el ágora de Atenas, y otra vez me ha gustado la metáfora. Y he pensado en la utópica hermosura que supone volver a nuestras plazas, para hablar de lo público, para que los políticos intuyan donde empieza a anidar la democracia, para que los demás nos demos cuenta que nos hemos dejado hurtar el verbo, que todos los asuntos son los nuestros, que no son sólo ellos quienes guardan los caminos de nuestro futuro.
Me ha gustado Segovia de este modo, con caricias de brisa, con calma en los paseos, con el viejo Acueducto de testigo contemplando un debate de personas, no una agria discusión entre partidos… Me ha gustado Segovia, aunque quizá se han ido los vencejos.