Iba a escribir que no hace muchos años entorno a estos idus septembrinos, uno estaba de estreno. Los libros nuevos, los renovados encuentros con los compañeros, los cuadernos por estrenar, como un horizonte que se prometía lleno de hermosos paisajes y de ilusiones ilimitadas. Quizá ese curso que empezaba fuera, por fin, el del primer amor. Quizá fuera el de encontrar el verdadero sentido a la vida. Quizá, por qué no, el que me encontrara de golpe con un editor dispuesto a publicar mis versos… Pero no es verdad del todo, porque en realidad no hace pocos años, sino que ya han pasado muchos, más de treinta. Y es que, aunque por dentro me sienta igual de joven, con las mismas ganas de nadar cada día en toda sus amplitud y profundidad, los calendarios han ido cayendo, para mi suerte, ¿por qué decir otras cosas…?
Recordaba esto, porque poco a poco todo va tornando hacia lo cotidiano, hacia esa maravillosa rutina que nos introduce en la rueda de la existencia, esa cotidianidad que nos permite gozar de los placeres que provoca después lo excepcional.
Cada día que pasa el escritorio de mis blog va aumentando las entradas en los blogs que se tomaron unas merecidas vacaciones. Es verdad que no todos se marcharon, pero algunos sí…
Hoy he descubierto que ayer fue el programa de Paloma Corrales quien ha regresado a este espacio que llamamos virtual para entendernos, pero que tiene mucho de real, para mí mucho más que otras cosas. La verdad es que ando un poco despistado, mejor dicho, dispersado en mi interior. Es algo que no puedo evitar desde hace algunos meses. Pero no se trata ahora de elevar otra queja más, o este diario se va a tornar jeremiada insoportable. El caso es que el seguimiento de los blogs de los amigos no es tan preciso como debiera.
Conv3rsando tiene varias cosas que le hacen muy especial para mí, por eso procuro no perdérmelo y, no sólo eso, procuro concentrarme al máximo en su escucha. En primer lugar que lo dirija y presente Paloma es fundamental. Estoy convencido –y no de ahora, ni si quiera de estos años en Internet- que somos los poetas –con independencia de la categoría de cada uno- los que podemos mantener viva la llama de la Poesía. Es la Poesía –como la verdad, como el amor, como la muerte, como la vida- algo tan inmenso que se hace inabarcable para una sola persona. Como la verdad, como el amor, como la vida, como la muerte, la Poesía es una, pero esa unidad tiene tantos modos de expresarse o manifestarse que, por ejemplo, procurar una definición unánime de la Poesía es una quimera. Igual de quimérico que definir la verdad, el amor, la vida, la muerte... Sin embargo sucede que entre muchos poetas abunda (y ha abundado siempre) una suerte de envidia que a veces produce verdadera grima. A mí, en concreto me resulta repugnante tanta pelea, tanto navajeo como por ahí abunda. Creo yo que quienes así actúan, lo hacen porque piensan que no hay suficientes aficionados a la lectura de versos, como para que todos quienes escribimos poesía podamos darla a conocer. Algo así. Sin embargo, Paloma, gran poeta como cualquiera que visite su blog (Alcoba paralela) puede comprobar, se dedica a lo contrario. Ella promociona a colegas, los lanza a la red para que podamos ir ampliando, no sólo nuestro conocimiento, sino –y sobre todo- nuestra sensibilidad y nuestra inspiración. Me parece que su apuesta no sólo es valiente, sino que aún no está suficientemente reconocida, aunque sólo sea por la cantidad de horas que le tiene que llevar elaborar las entrevistas que durante más o menos media hora ocupan el programa. Y por si ello fuera poco, poder gozar durante media hora de un poeta entrevistado por Paloma, teniendo en cuenta cómo está el mundo en el que vivimos, es un lujo que no se paga con dinero. (Es cierto que no es la única persona en esta blogosfera que realiza un trabajo de promoción de otros poetas. Pienso en Fernando Sabido, por ejemplo, pienso en Claudia que tanto hizo en tan poco tiempo...).
Lo que comentaba el otro día sobre Ana J., Iván e Inma, respecto de la entrevista que hicieron a Mariano en Tenerife, lo podría aplicar con las mismas palabras a la labor de Paloma con sus entrevistados. La temporada pasada fueron diez, nada menos. Y a todos les hizo entrevistas que no transitaron por los lugares habituales o tópicos. Es verdad que hay preguntas que hay que hacer siempre, porque de lo contrario el espectador andaría desorientado, pero a parte de esas dos o tres preguntas imprescindibles, el resto eran fruto del conocimiento y la investigación sobre la vida y la obra del entrevistado.
Pues bien hoy –bueno, hoy para mí- ha comenzado esta nueva temporada con una poeta cordobesa de la que desconocía todo: Carmen Garrido.
Citar el origen de Carmen no está dicho en vano. Creo que Córdoba es tierra especial para la poesía. No sé qué tendrá esa parte del planeta para que la nómina de sus poetas sea tan grande y de tanta calidad.
En el caso de esta joven escritora me ha parecido intuir en los veintiséis minutos de entrevista, además, que hay una persona apasionada por la vida en todas sus facetas y una gran persona. Barrunto que detrás de ese verbo intenso, fluido y expansivo hay alguien que se entrega de la misma manera en todo lo que hace. Una de esas personas que es capaz de seguir siempre adelante. Una de esas personas que ante un problema primero busca la solución y después, sólo después pero no siempre, se lamenta por lo sucedido. Lamentarse es una pérdida de tiempo. En todo caso, llorar para lavar la pena, para purificar el dolor, pero después, siempre después.
No he tenido tiempo aún de leer su blog, ni, claro está, ninguno de sus libros, pero lo que le he escuchado en la entrevista se asemeja mucho a ese literatura emparentada con los horizontes sin límites, con los ríos caudalosos y anchos, con vastas extensiones, con una mirada lanzada desde lo alto de una torre, o quizá desde un globo que se pasea junto a nubes… Quizá, como afirma la propia escritora, provenir como proviene de la prosa le haya situado en ese territorio fronterizo entre el verso y la prosa al que denominamos versículo en unos casos o prosa poética en otros. Si tuviera que definir la poesía de Carmen Garrido con lo que he escuchado –aún a riesgo de embadurnarme con el error-, hablaría de intensidad, extensión, hondura e imaginación. Ella misma se define como barroca, por tanto es consciente de la función enfática del lenguaje poético, de la misión especial que tiene la búsqueda de lo bello. No puede obviar –y no lo hace- sus orígenes cordobeses y trata a sus versos con la misma intensidad con que los cordobeses adornan sus patios con macetas en la primavera. Para ella la imagen es su hábitat natural.
También me ha parecido que Carmen Garrido es una mujer afanosa, infatigable, y se toma muy en serio esta pasión nuestra de la escritura. Creo –y lo que ha contado sobre la libreta y la pluma es una pista que me lleva directamente a tal creencia- que si no escribe cada día se llegará a sentir mal.
Me da la impresión de que he descubierto a otra gran poeta, de las muchas que abundan entre nosotros y que aún no han sido descubiertas por el público lector de poesía, pero que no tardará en tener un huequecito entre los buenos aficionados.
Hace unos días afirmé que uno tiene conciencia de sus propios límites y del lugar que ocupa en este mundillo. No se trata de falsa humildad, ni se trata de otras cuestiones. Es la pura y lisa verdad. Y no es que me conforme con ello, ni me deje de conformar. Es lo que hay y de lo que tengo que disfrutar, porque si no acepto mi propia realidad y me rebelo contra ella, acabaré por aborrecer aquello que me revelará la felicidad. Digo que dije que juego en tercera división, y, por tanto, poder disfrutar de colegas que están en otras divisiones superiores es un momento espléndido para continuar abriendo mi corazón.
Y esto, sin duda, es lo mejor que hace Paloma con este programa, y lo que le agradeceré siempre. Promocionar la poesía es un riesgo, porque la poesía nunca ha sido (ni lo será, ni quizá deba serlo) un género para multitudes; pero, sin embargo, a quienes nos gusta y disfrutamos con ella, todo, siempre nos parece poco.
Y como un guiño cómplice hacia Carmen Garrido, he de confesar que esta entrada la he escrito escuchando a Mozart.