Hay ciertas fechas que, aunque uno trate de sepultar en la indiferencia, como primer camino hacia el cementerio del olvido, se clavan en el recuerdo, como se yergue una montaña en mitad del horizonte.
Seis años son muchos o no son nada según se mire.
Pero cuando uno recuerda que hace seis años era martes, que toda la mañana llovió, después de haber estado diluviando la víspera, y que por la tarde las nubes se fueron y dejaron ante mis ojos, además de un paisaje nuevo, un cielo azul, intenso y optimista que, sin embargo, no pudo evitar la tensión y el miedo, sobre todo en aquellas niñas que hoy son mujercitas imparables, es que debió ser una fecha importante.
Hoy, seis años más tarde, este diecisiete de octubre es el recuerdo de una pesadilla, de un llanto, y de un camino abierto hacia el futuro.
Un futuro que llevamos transitando este tiempo, pero que aún no se ha desprendido plenamente de aquellos vestidos.
Supongo que a esto también se le llama vida.
Por tanto sigamos disfrutando de la vida.