Cómplices

Viernes, 20 de octubre de 2011

Ser original a estas horas, escribiendo de otro asunto, sería injusto con la propia fecha, si es que al final acontece lo que parece que va a suceder. Por más que uno huya en estas páginas de la política, entendida como el rifirrafe partidista cotidiano y más bien tedioso, hoy no se puede sustraer a la noticia de la que me acabo de enterar. Probablemente el último español en saberla. Pero en mi defensa aduciré que estaba leyendo un libro de poesía.
La parafernalia que durante esta semana se escenifica en Euskadi, ha subido al proscenio –con canto de pájaros al fondo, por cierto- otro acto de la obra. La primera escena se representó en Donostia el lunes, hoy, en algún lugar del País Vasco de cuyo nombre jamás nos enteraremos. Como siempre sucede en estas cuestiones, habrá que esperar a que pasen unos cuantos años –quién sabe si lustros o décadas- para que los historiadores, o algún periodista intrépido, comiencen a exhumar lo que ha ocurrido este tiempo de atrás. (Por cierto, desde que el otro día se anunció en la SER que sus programas informativos se emitirían hoy desde el País Vasco, me malicié algo así). Quiero decir que es imposible creerse que lo que ha trascendido a la luz, sea lo único que ha sucedido.
A veces uno piensa que nos toman por imbéciles y suponen, quienes dirigen los hilos, que nos creeremos que las cosas han sucedido tal y como nos las cuentan. En este caso es tan increíble, que uno no puede por menos que sonreír, como cuando asiste a la representación de una obra de teatro hecha por niños.
En todo caso, brindo. Brindo por esta paz de alfileres, pero paz al fin y al cabo. Brindo porque de una vez –después de más de cuarenta años- las diferencias se puedan discutir sólo con el uso de las ideas, sin que haya pistolas o bombas debajo de ninguna mesa. o en los fondos de algún coche.
Que ETA renuncie al uso de la violencia, es la gran noticia que todo español de buena fe (incluyendo los vascos que no se consideran españoles) deseaba desde hace muchísimos años. Cualquier intento de justificar una sola gota de sangre en nombre de palabras como libertad o independencia era un insulto a la razón y era el mejor modo de maldecir su idea de libertad o independencia.
Por fin ha llegado el momento que ansiábamos.
No es el paso definitivo, en tanto que no anuncian su disolución, lo que implica la posibilidad de una trágica marcha atrás en cualquier momento, o de una fracción en la banda que aún arroje algún cadáver a alguna cuneta, pero he de reconocer que esperar tal acto por parte de estos mafiosos era dar alas a las quimeras. Por más que uno lleve pensando desde 1975 que este grupo está constituido por sanguinarios cuyo cerebro funciona al margen del mundo y de la realidad, nunca he creído que sean estúpidos. Muy al contrario. Si siempre han sido tan temibles, entre otras razones se debe –tal y como yo lo veo- a que han utilizado mucha inteligencia para el mal. A poco que se analice con frialdad, a poco que el razonamiento se ubique en su perspectiva, la disolución es poco menos que un suicidio colectivo.
Dejemos estas cuestiones para el futuro más inmediato y para quienes la obligación de llevar a buen término todo lo que se avecina.
Hoy lo más importante es respirar contemplando un horizonte despejado, porque un grupo de asesinos ha dicho que dejará de actuar como tal. Es probable que –como insinúan tanto los policías españoles como franceses- este cese de la violencia no se deba –como argumentan ladinamente en su comunicado, bastante cargado de infumables mensajes subliminales- a una reflexión, sino a que, de hecho, han sido derrotados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, tanto franceses, como españoles, lo que, de inmediato nos llevaría a otra reflexión que, sin embargo, no creo oportuna hoy.
Sea como fuere, la paz ha crecido como el amanecer y ha llegado hasta el negro avispero etarra. Será, quizá, únicamente la paz de los que no derraman sangre –es decir algo precario-, pero es lo mínimo.
Sería estúpido por mi parte soñar con que este anuncio soluciona los problemas. De hecho no soluciona nada. Digamos que, simplemente, reduce la avería principal.
Pero al menos, cuando algunos empiecen a soltar por sus bocas esas cosas tan raras que sueltan, esas ficciones que han anidado en su cerebro, podrán ser escuchados.
Aún así, y aunque hasta cierto punto era esperable, no me ha gustado ese comunicado por lo que tiene de empecinamiento, por lo que tiene de mantenella y no enmendalla, por lo que tiene prostitución del lenguaje. Pero ya digo, a pesar de que los tres que estaban sentados a la mesa parecían nazarenos con boina, esperar un arrepentimiento por el dolor causado a tantas familias, era como esperar la conversión del plomo en oro.
Ahora nos espera un tiempo movidito: unas elecciones generales a la vista, no es la mejor época para los matices. Ahora empezaremos a escuchar también la jeremiada de quienes, si por ellos fuera, restaurarían el cadalso, de quienes se rasgarán las vestiduras ante cualquier milímetro de lo que ellos consideren concesión.
Es probable que nos tengan entretenidos durante una temporada con dimes y diretes de toda especie, pero yo diría que, salvo la última prueba, el traje está cortado y, probablemente, hilvanadas sus costuras.
Ahora se aproxima el tiempo para la catarsis, y va a ser un tiempo complicado, sólo válido para mentes y ánimos claros, no para mentes estrechas.
Quizá no sean buenos tiempos para la lírica.