Cómplices

Jueves, 3 de noviembre de 2011

Lo perfectamente humano es imperfecto. A veces se olvida esta realidad. Probablemente sin los errores, los límites o los déficits el ser humano sería una criatura aburrida, jactanciosa y abocada a su propia extinción.
Una de las pruebas más evidentes de lo que he dicho, es que los individuos morimos. Traer esta frase en este mes es un topicazo, pero los tópicos alcanzan esa categoría, porque son ciertos. Y morir, en el fondo, no es otra cosa que el fracaso del organismo o de las normas que nos hemos dado o de nuestra propia debilidad frente a la energía indómita de la naturaleza. Es decir, imperfecciones, carencias, límites…
Más allá de los que algunos pensaron o piensan, el superhombre no es más que una meta u horizonte. Si alguna vez se alcanza, habremos llegado al final como especie.
Al menos esta especie de la que me siento parte.
Probablemente también, si no se aspirara a la perfección, tampoco habría avances; pero es precisamente la lejanía de lo perfecto lo que provoca a la especie y a los individuos que la forman. Algunos de ellos (o todos en algún momento) se quedan ahí, en la estacada. Reconocen esas imperfecciones, ven las limitaciones, se dan cuenta de los déficits, pero el cansancio, la pereza o la comodidad o el egoísmo que provoca su propia situación ventajosa respecto de los otros, son más fuertes. Otros, deciden dar algún paso más. Es sabido que un solo paso de una persona también le sirve al resto. Antes o después termina por engendrar alguna mejoría.
No creo en los superhombres, no creo en la perfección absoluta (a veces hasta puede resultar incómoda, pues en demasiadas ocasiones se reviste de orgullo o petulancia). Tampoco creo en la derrota del estatismo, que suele acabar en pudridero. Creo en el proceso, creo en los pasos, creo en el movimiento. Y creo aún más, que dejar a alguien en la estacada si los pasos son demasiados, o se va demasiado deprisa, es un ejercicio de atroz primitivismo, una demostración más de que, en el fondo, el ser humano nunca ha llegado a salir de la selva, por mucho que se viva en el cíber espacio.
Soy un animal prodigiosamente imperfecto, limitado y torpe, y ahí es donde brilla mi hermosura… (si es que tengo alguna).