Cómplices

Miércoles, 2 de noviembre de 2011

Supongo que a estas horas ya estarás en la cama, incluso me imagino que estarás durmiendo el primer sueño. Ése que dicen que es tan importante. En tu caso el único verdadero. Continúa el vendaval desmelenando las hojas del otoño. Es curioso, pero por más que lo intente recordar –y llevo todo el día en ello-, no me suena haber visto nunca el día dos de noviembre tantas hojas bien cosidas aún a sus ramas.
Sin embargo, en esta casa no se oye nada, es como si el viento fuera una escena del cine mudo.
Estos días no hemos hablado de algunas cosas que me hubiera gustado contarte. Vuelven a ser asuntos de poesía. Ya sé que no te interesan. En realidad no interesan a casi nadie. A veces creo que sólo interesan a los poetas.
Esto lo digo porque las personas que me rodeáis, cuando sale el tema –aunque sólo sea de refilón-, me miráis como si fuera un bicho raro o un habitante de otro planeta.
Lo primero que dicen –y supongo que tú también lo dirías- es que la poesía no les gusta porque no la entienden.
A ver, seamos sinceros –total nunca leerás estas palabras, tampoco te las diré nunca-, algo hay de verdad. Verás, tal y como lo veo –igual que sucede con la pintura, la escultura y con la música clásica, incluso con el jazz-, quienes nos dedicamos a esto, no nos quedamos quietos en un lugar determinado, nos movemos –supuestamente hacia delante, pero esto es otro asunto-, porque no nos parece bien repetir las mismas cosas del mismo modo siempre. Pero sucede que quienes han de leer o ver o escuchar, se quedaron muy atrás en el tiempo. Esto siempre sucede.
Conclusión: lo que hoy se escribe no se entiende, no se disfruta, y en muchos casos suena a tomadura de pelo. ¿Tendríamos que pensar alguna vez en que uno de nuestros deseos es que nos lean? ¿Tendríamos que atender un poco más a lo que interesa a los lectores? Estas preguntas no se acaban nunca...
Pero no hay tomaduras de pelo. 
O no siempre.
Pero te quería hablar de mí, de mis versos.
Ahora participo –no sé por cuánto tiempo- en un blog en que los poetas critican –ferozmente, parece- a otros poetas. Me gustó la idea, aunque suene un poco a masoquismo, por dos razones: porque creo que con las críticas se aprende y porque así podría aprender de otros. Que sean críticas feroces me parece peor, porque siempre he pensado que si cualquier cosa es mejorable, se mejora mejor tomando como punto de partida lo positivo; pero a lo mejor soy un blando.
Bueno, soy un blando, eso ya lo sabemos tú y yo.
El caso es que me lo estoy pasando muy bien, sobre todo porque estoy aprendiendo algunas cosas. Otra cuestión es que las ponga o sepa poner en práctica. Eso es más difícil.
Pero lo mejor de todo es que constato lo que ya suponía: en la poesía cabe todo lo que afecte al ser humano y que se pueden decir las cosas de muy diversos modos y en todos ellos anida la poesía. Supongo que nunca adoptaré determinados estilos o géneros, pero intuyo que los entenderé mejor, que sabré que tras esos versos –a veces tan extraños, otras veces tan simplones- anida algo de la poesía. En realidad no terminan de emocionarme, porque a uno le llega al corazón lo que le llega, pero al menos podré valorar otros estilos, otras maneras de decir.
Me gustaría dar algún paso más en mi modo de decir, pero me cuesta un mundo…
Es curioso… ¿Recuerdas los primeros poemas…? ¿Aquellos recitales a los que tú también venías…? ¿Cuánto ya, treinta años? Sí, más o menos. Entonces mis versos nacían menos encorsetados que los de ahora. Probablemente eran aún peores, pero eran más libres, más alocados, por así decir.
Los caminos se tienen que transitar, no hay más, salvo que uno se encorsete y se quede en el mismo lugar toda la vida. E incluso aunque otros antes que tú hayan dicho algo, otros que sí son verdaderos poetas, no como yo, tú debes repetirlo a tu manera –e incluso a la suya-. Otra cosa diferente es que eso se pueda publicar. No merece pena. Si otros mejores ya lo han dicho mejor, lo mío es una pérdida de tiempo para el lector. Ahora creo que es el momento en que debería regresar al verso libre, pero es como si me sintiera atrapado por los endecasílabos. No soy capaz de romper esas ataduras. Cualquier día lo consigo…