Los días difíciles, son difíciles para todo, pero sobre todo para tener el mínimo sosiego imprescindible que permite arrojar la semilla apropiada sobre el surco.
Una semilla que sirva para seguir alimentando la esperanza. Una semilla que no sea de cizaña, una semilla que, a pesar de todos los pesares, otorgue el pedazo de alimento que necesitan los pájaros para seguir con su vida de alabanza gratuita y despreocupada.
Hay tanto dolor en el mundo, tanta soledad, tanta desesperación, que mi dolor o mi desesperación es una minúscula porción ínfima; pero es la mía, la que a mí y a los míos nos ennegrece el horizonte y nos hunde el ánimo.
Sin embargo me niego a caer en la desesperación. Soy realista, o al menos eso creo, pero sé a ciencia cierta que el verdadero amor todo lo puede y todo lo alcanza. Y por eso mismo, a pesar de haber sido un día difícil, aún percibo que lo único que importa es ser la sombra de quien sufre, para que este trayecto –sea cual sea su dirección y su extensión- se parezca más a un beso que a una lágrima.