Cómplices

Miércoles, 30 de noviembre de 2011

El lunes eché un vistazo a la revista mensual de Círculo de Lectores de este mes, la que supuestamente se dedica para posibles regalos navideños. Ni siquiera hay una página para la poesía, cuando normalmente eran dos. Ayer martes, entré en una librería para comprar un regalo; como mucho vi quince libros de poesía, en total unos cuarenta volúmenes (les quedan cuatro de Versos como carne), situados en el punto más lejano a la puerta, casi el más oculto. Acabo de hojear la revista Liberías L. que se distribuye gratuitamente en más de ochenta librerías de toda España y tiene más de cuarenta páginas: ni un solo título de poesía figura en todo su extensísimo catálogo. Ni uno solo.
Quizá encuentre un libro de poesía en una pescadería. Todo es posible. Aunque lo más lógico es que estuvieran esparcidos en un jardín, pero allí seguro que no quedan. Aunque, si lo pienso más despacio, lo más probable es que todos los poemarios que se editan en España, varios cientos, quizá miles, al cabo del año, en realidad sean pájaros que vuelan libres, o tesoros que se ocultan para ser hallados únicamente por los verdaderos buscadores…
Entretanto en el blog de los poetas que admiten críticas hay formado un gran debate (parece que están enfrentados, pero todo es una metáfora) acerca de si conviene o no, hacer una selección en papel, a modo de antología, que recoja los mejores poemas publicados en dicho blog… Mi opinión es que da exactamente lo mismo. Es completamente indiferente. Se haga o no se haga una selección en papel seguirá siendo un poemario total y completamente invisible, excepto para un puñado de lectores, enfebrecidos como los viejos conquistadores o los exploradores del Oeste lo estaban por el oro.
La poesía no existe en las revistas de libros, y casi está encarcelada en las librerías. También pudiera ser que como los animales exóticos, sólo esté en las bibliotecas que funcionan como zoológicos de libros; o peor aún, como museos de aquello que ya no está vivo… Pero no, me niego a creerlo; quiero pensar que la poesía, en realidad, es como las criaturas mágicas y sólo se hará visible a quienes realmente quieran encontrarla. Por suerte el sábado, en la única librería de Segovia que cuida mínimamente la poesía, pude resarcirme.
Por si todo esto fuera poco, hoy, miércoles, he tenido la enorme suerte de haber hablado hace un rato con un gran poeta que ha marcado mi número para, desde Italia, saludarme y compartir tantos deseos, sueños y dudas, y para enviarme ánimos en todas las parcelas de mi vida que andan, casi todas, un poco trastocadas y cariacontecidas, por así decir.
Y entonces, a pesar de la invisibilidad, o por ella, no me queda más remedio que dar gracias por escribir versos, dar gracias porque a causa de esta fiebre, uno ha encontrado un ramillete de personas tan especiales y tan fantásticas. Porque así, además, uno siente su corazón acompañado y comprueba que no es un ser extraño, como a veces pienso al contemplar mi alrededor y observar cómo miran si digo –y cuando lo hago es por exigencias del guión, casi nunca por propia iniciativa- que me gusta leer poesía y además la escribo, aunque sólo sea a mi manera.