Cómplices

Jueves, 22 de diciembre de 2011

Desde el frío que trasladaba el sol de Sigüenza, esta semana Paloma Corrales y VeoGuada TV nos han traído, a modo de regalo navideño, una aproximación a una jovencísima Bárbara Butragueño y a su poesía.
Últimamente había oído hablar de ella. La primera vez, fue como ilustradora. Pocos días después supe de sus versos. Ahora sé un poco más de ella. De su hondura estremecedora y de su aparente timidez.
En realidad el orden es inverso. La primera impresión que da su presencia y su gesto y sus respuestas es la de timidez, algo que simplemente es una característica, nada peyorativo. No todo el mundo tiene que ser extrovertido y dicharachero. Mal iría el mundo sin tímidos, discretos y reflexivos. Y todas estas cosas, me parece, se dan en Bárbara. Pero a los pocos instantes uno se percata que esa timidez –o supuesta timidez- aloja una gran profundidad y un gran talento y una sensibilidad exquisita. Probablemente la conjunción de las tres características, conduzcan irremediablemente al silencio y a la reflexión lo que ayuda a transmitir más timidez de la que realmente tiene.
Sorprende la hondura de sus versos en alguien de su juventud.
Se nota –y esto lo señalo también como virtud- que llegó a la poesía desde la necesidad absoluta, sin más impedimenta que su propio sentimiento y su soledad, tal y como ha contado en la entrevista.
Desde esa perspectiva, la poesía de Bárbara Butragueño es una búsqueda descarnada de sí misma, de su propia esencia, un camino sin concesiones a nada ni a nadie, un camino que pasa por llegar al mismo núcleo de su esencia que, de paso, podría ser el centro del cualquier ser humano.
Reconoce la poeta que las palabras –el material principal con el que los poetas intentamos dar forma a nuestros sentimientos para que alcancen al resto-, en muchas ocasiones se quedan cortas, no alcanzan para lo que deseamos. La batalla entre lo que se pretende decir y cómo lo digamos, es una lucha a brazo partido que puede demorar la tarea en mucho tiempo, para, al final, dejar un pálido reflejo –en el mejor de los casos- de lo que se pretendía.
Sin embargo –o tal me ha parecido-, en el caso de Butragueño, si se da tal circunstancia, es que su interior es un tesoro incontable.
A lo largo de la entrevista ha leído dos poemas de dos poemarios diferentes. El último largo y denso, incluido en el último Casa útero, me ha traído ecos de poetas como Luis Rosales. Ella había aludido a Alejandra Pizarnik y a Olga Orozco –entre otros- como poetas que han influido en su obra, pero, lamentablemente para mí, no puedo hablar al respecto, pues no es que conozca mucho de estas inmensas poetas.
A uno se le queda demudada el alma escuchando el suave recitar de Bárbara que va entrando en el corazón despojándolo de cualquier insustancial adorno. Es verso magro todo él. Verso hondo. Verso agua. Esencial. Pero, al mismo tiempo, o por ello mismo, verso donde la imagen viene a ser la verdadera proteína. Esas imágenes encadenadas que forman alegorías precisas y, al mismo tiempo, polifacéticas llevan al lector al disfrute de estos poemas, a pesar del desgarro íntimo del que hablan.
Se podría decir que se trata de una poesía intimista, pero, sin embargo, tampoco sería cierto del todo, porque Bárbara elige el camino de la introspección como sendero para llegar al corazón de cualquier ser humano, puesto que el tuétano de cada uno de nosotros es, en lo fundamental, idéntico.
Y uno, como le sucedió a la misma Paloma durante la entrevista, se queda sin palabras, porque todas las ha escrito la poeta y han atravesado al lector/oyente. Y es más, si no fuera un poco de presunción por mi parte, incluso la propia Bárbara se quedó sin ellas, acaso sorprendida por la propia potencia de sus versos que ya se han distanciado de sí misma unas fechas.
Casa útero fue finalista del Premio Ciudad de Cáceres Patrimonio de la Humanidad. Según me ha parecido entender está inédito y no parece que se vaya a publicar de momento.
Sinceramente, me parece una terrible injusticia.