Cómplices

Martes, 13 de diciembre de 2011

Tomar la perspectiva adecuada es necesario y suficiente para comprender que la arquitectura del universo, es asimilable a la de un átomo. Esta afirmación no es original, lo sé, pero algunas veces conviene refrescar la obviedad. Por tanto, contemplar el universo es un modo de contemplarnos y contemplar nuestro interior es sustraerse a la misma musicalidad del universo.
De dentro a fuera todo se encadena y se une y se armoniza. De fuera a dentro sucede exactamente lo mismo. El problema comienza justamente cuando alguno de los eslabones se rompe.
Y en esto el ser humano es un gran experto.
Los místicos, los sabios, los verdaderos artistas, los auténticos científicos siempre lo han sabido y siempre lo han proclamado.
Este día (que por otra parte siempre que llega desde 2008 me invita al recuerdo y me provoca una lágrima) ha tenido esta melodía como sintonía, podría decirse.
Por la mañana Carlos Morales en su blog Cartas en la noche ha editado la carta que en 1854 el jefe indio de la tribu Suwamish dirigía al Presidente de los EE.UU Franklin Pierce, como respuesta a su proposición de comprar su territorio. De ella copio estos dos párrafos que pueden dar idea del resto de su contenido:
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer el frescor del aire ni el brillo del agua ¿cómo es posible que usted nos la quiera comprar? Espero que lo entienda: cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada hoja brillante de la rama de un árbol, cada puñado de arena de las playas, la niebla que al amanecer inunda los umbrosos bosques, cada rayo de luz y el zumbido de los insectos son sagrados en la memoria y en la vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la memoria del piel roja...
Los muertos del hombre blanco olvidan siempre su tierra natal cuando, al fin, van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos no, jamás se olvidan nuestros muertos de esta tierra hermosa, pues ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nuestra. Las flores fragantes son nuestras hermanas; el venado, el caballo y el águila majestuosa, son nuestros hermanos. Los picos encrespados, los surcos húmedos de la pradera, el calor del cuerpo del potrillo y el hombre, todos, todos, pertenecen a la misma familia. Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, yo le tengo que decir que es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas ello no será fácil, porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que ellos son también sus hijos, y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre...
A quien le interese puede leerla completa si pincha aquí.
Esta tarde, el segoviano nacido en Buenos Aires Juan Carlos Gargiulo ha presentado su libro de fotografías, “Jardín Secreto”. La conclusión es la misma, la idea es la misma, la verdad es la misma. Somos parte del Cosmos y contemplar el proceso evolutivo e imparable de la Naturaleza es un modo de contemplarnos a nosotros mismos. De alguna manera lo de fuera es un reflejo de nuestro interior, y nuestro interior tiene que ver con lo de fuera. “El Jardín Secreto” es un auténtico libro de poesía visual sin palabras, de búsqueda de esencia en imágenes, en fragmentos que, en realidad, son lo mismo que la totalidad.
Y luego, a uno le queda llegar y sentir que los versos nacerán sólo cuando sus límites más que frontera se conviertan en cauce que fluye y deja fluir.