Cómplices

Martes, 27 de diciembre de 2011

Han llegado a casa los ejemplares de la revista de La Esfera Cultural. El número cuatro. Sin saber muy bien cómo (o sí: mucho trabajo, mucho esfuerzo y, fundamentalmente, mucha ilusión) ya hemos llegado al cuarto ejemplar…
A veces ocurren estas cosas. A veces algo nace sin propósito de enmienda y casi milagrosamente, no sólo se va convirtiendo en realidad, sino que se torna habitual. Y conviene recordar, subrayar, iluminar con luces de neón si ello fuera preciso, que lo cotidiano no es obligatorio. Que el amor de una pareja se extienda en el tiempo y se haga inquebrantable y se mantenga con el paso de los años, no quiere decir que no haya amor, y por tanto que el milagro se reproduzca cada día. Así con todo, incluso una publicación. La revista (cualquier revista de estas características -hay muchas y seguramente mejores-) no brota por generación espontánea…
Los puristas o expertos dirán que es una revista que adolece de tal o cual característica. Otros, quizá, afirmarán, por el contrario, que atesora tal o cual defecto.
Quien suscribe no ha detectado ni las carencias ni las sobras, pero mi opinión no sólo es irrelevante, sino partidaria, por tanto nada objetiva, ni se ha de tener en cuenta. O sí, ténganla en cuenta, precisamente porque no soy nada objetivo, porque soy perniciosamente subjetivo.
Aquí lo que cuenta es la ilusión de los escritores quienes continúan mandado para su publicación los textos –cada vez más numerosos y de más calidad-, la ilusión, mayor si cabe, y el denodado esfuerzo de quien los selecciona (yo no estoy en ese tinglado, aviso, por tanto no estoy piropeándome) y el esfuerzo brutal de quien los maqueta, se pone al habla con ilustradores, negocia con imprentas y convierte en pájaro volandero y palpable semejante criatura; todo eso sin descuidar multitud de otras actividades, muchas de ellas relacionadas con el propio blog. También salió un libro/revista con los relatos del verano, se va a editar otra con los mejores relatos navideños que será ilustrada con los ilusionados y super creativos participantes de otro blog Una idea mucho arte.
Y todo esto sólo por obedecer el mismo tipo de impulso que nos empuja a los artistas, a esa sensación poderosísima que nos lanza a la pluma, al pincel, al buril, al pentagrama, a la cámara, a la arcilla...
No sé a otros colegas (no hablo únicamente de la rama literaria, sino de cualquiera de las manifestaciones creativas), pero a mí me sucede algo muy extraño. Cuando tengo entre manos una tarea de esta índole (poemario, novela, libro de relatos, etcétera) es cuando me siento mejor, más tranquilo, como asentado en el mundo, sabiendo qué haré en cuanto se me otorgue el tiempo suficiente. Y hablo de todo el proceso. Desde que una simple idea arraiga en algún lugar del interior y empieza a formarse, hasta el instante en que se han dado los últimos toques a la definitiva galerada.
Al mismo tiempo, tengo la sensación de que cualquier otra cosa que no sea estar ocupado en ese proyecto es secundaria. Esto me sucede cuando ya he escrito un porcentaje suficiente… Continuando con la analogía de la semilla: cuando la espiga, al fin, ha resquebrajado el suelo, y apunta vertical a lo alto, cuando ya se puede medir en cualquiera de sus dimensiones, entonces pasa al primer plano, no de mi tarea, sino de mi existencia.
A la larga acaba agotando un poco, y acaba por resultar repulsiva para quien está a mi vera; pero eso es inevitable, y, quizá sea el peaje que se de ha pagar por vivir con alguien tan raro.
Sin embargo, cuando uno no tiene nada entre manos y ha pasado un tiempo prudencial desde la última aventura, se siente un traidor a sí mismo, una especie de vago redomado. Y la inquietud, e incluso el desasosiego empieza a perseguirme. La tremenda sensación de inutilidad…
Es decir, o estoy metido en alguna creación literaria o me siento un poco un estorbo.
¿Todo esto quiere decir que me traigo ahora mismo algo entre manos?
Me parece que sí, pero esperemos que las heladas del invierno no acaben tempranamente con la cosecha.
Entretanto disfrutaré de la llegada de este cuarto número de La Esfera que ha llegado al mismo tiempo que las cigüeñas, y esto no es una metáfora, porque, al fin, ayer vi en Segovia a la primera cigüeña de la temporada.