Cómplices

Sábado, 31 de diciembre de 2011

(Mañana no habrá entrada, esta extensión desmesurada es algo excepcional)
Faltan pocas horas para despedir este año y empezar a acunar el que comienza. En esta casa, a diferencia de la mayoría, aún el silencio me envuelve. Supongo que dentro de poco será roto por la fuerza y la energía de la juventud.
En esta tarde, Segovia casi entera está en la calle dispuesta correr su San Silvestre o a contemplar cómo más de cuatro mil personas se deciden a ello.
Hoy parece obligatorio hacer balance del año que se despide. El caso es que la vida continúa tal cual, y mañana, aunque hayamos inaugurado el correspondiente almanaque, será la pura continuación de este eterno girar alrededor del sol en un baile de peonza casi infinito.
Hablar de los acontecimientos que a todos nos ocupan y nos preocupan (hasta en las conversaciones telefónicas para desearnos feliz año nuevo), sería casi una obscenidad y un atrevimiento por mi parte. Demasiado sufrimiento hay y se prevé, como para incidir en ello antes de la cuenta.
Creo que este año que concluye será importante para mí por muchas circunstancias, unas felicísimas y otras no tanto, pero, en general, será un año a tener en cuenta.
¿Lo mejor de todo?
Además de seguir enamorado, a pesar de las dificultades y la distancia (y no conviene que me extienda en ciertos asuntos), sin duda de ningún género, la consolidación de las amistades que este medio virtual me ha ido propiciando durante el paso de estos tres años y unos meses. No son muchas –ni podrían serlo- pero son un ramillete de excepcionales seres humanos que se han cruzado en mi vida, probablemente para que ésta madure, para que ésta acrezca en valores. Para que en los momentos de dificultad tener un hombro al que aferrarme. A ellos y a ellas les debo los mejores momentos, y nunca se los podré pagar de ningún modo. Da igual lo que haga. Está sí es una misión imposible, y no la del Agente 007.
También ha sido un año denso en actividades relacionadas con lo literario. Después de un 2010 esforzado para la escritura, el año 2011 ha sido el de la puesta de largo de Versos como carne y de Oscurece en Edimburgo. De mi poemario, mejor no hablaré. Ahí está y ya se ha escrito largo y tendido sobre él.
Pero sobre la novela, sobre Oscurece en Edimburgo, sí quería destacar algunas cosas. La primera de todas, es que podría ser un estupendo regalo con motivo de los Reyes Magos. (Como no tenemos distribuidora ni campañas de publicidad, perdonen que la haga a través de este medio). Es una novela que posee el valor de la osadía, el valor de haber sido escrita del modo en que lo fue, el valor de la sinceridad absoluta y el cumplimiento escrupuloso de las premisas que nos dimos a nosotros mismos y a nuestros lectores virtuales.
Puesta en papel y leída como se suelen leer las novelas, aguanta bien el escrutinio del lector. Aún me siguen parando por la calle para darme la enhorabuena, para mostrar la admiración que suscita a quien no conoce el proceso cómo ha sido posible este encaje de bolillos. Pero lo que no se sabe a ciencia cierta, a pesar de las veces que se ha dicho, es que mis seis compañeros de autoría son seres excepcionales. Son personas que se han volcado en la tarea como si sólo dependiera el éxito o fracaso de la aventura de su afán, respetando al máximo al compañero. Y aquí está el verdadero secreto de nuestra obra. Por más vueltas que le doy, sólo de este modo se puede explicar el milagro que se ha producido.
Además de la creación de este blog, escribí un poemario que toma como punto de partida o inspiración una parte de los retratos que colgó en su última exposición segoviana (octubre de 2010) mi hermano Mariano. Los andamios de los pájaros (éste es su título), está aún pendiente de decisión editorial. En todo caso, probablemente durante el próximo año se tengan noticias de él de un modo u otro. Ahora mismo me afano en otro proyecto poético, ando por la fase de construir el esqueleto, no quisiera ponerme fechas y no me las pondré, porque al fin y al cabo nadie me mete ninguna prisa.
Otra de las alegrías de este año, me la ha dado este diario. He ido descubriendo lectores anónimos que me siguen y se hacen preguntas, e incluso me las hacen. Son miradas más o menos secretas probablemente un ramillete no muy grande, pero es más que suficiente, sobre todo cuando te dicen que después de haberlo leído un par de días se han enganchado a su lectura.
Una vez traspasado el verano, aunque la cosa viene de más atrás, he sido embaucado por la poesía. La culpa es de varios lectores y amigos; pero probablemente la culpa es de la propia poesía que ya, definitivamente, ha venido a cobrarse la presa que hizo conmigo hace más de treinta años. Me siento como un alumno, aplicado –por cierto-, cuyo único afán es aprender de todos, cuantos más mejor. Quien siga este diario habrá visto como a medida que han pasado los días, cada vez abundan más las referencias poéticas y a poetas que voy descubriendo de un modo u otro. En este apartado señalar la tarea de Paloma Corrales como difusora de poetas en la red a través de su programa de televisión, o de Manuel López Azorín, o de Fernando Sabido Sánchez, o, como editor en papel Javier Sánchez Menéndez, no es decir sino una gran obviedad, por la que debiera ser castigado.
Como decía ayer o antes de ayer, no vivo de la literatura (y quizá sea lo mejor), pero tengo conciencia clara de vivir para la literatura, aunque sea esta mía de andar por casa, sin otras pretensiones, poco más que una literatura ataviada con batín y zapatillas.
En lo estrictamente personal ha sido un año que se despide contaminado por los sucesos del último trimestre. Sucesos que, por otra parte, y como no podía ser menos, trascienden y han trascendido al diario y a muchas otras cosas.
¿Cuál es la conclusión?
Somos tan frágiles, tan sumamente endebles, que lo mejor es vivir el presente como si fuera el último día de nuestra vida. Cada uno es consciente de lo que le gustaría hacer su último día.
Cuando cada tarde subo a casa de mis padres, me topo con la misma pintada en los bajos de un edificio. No es de Batania, pero podría serlo, o quizá sí y yo no lo sepa: No existe el futuro, sólo un presente perpetuo. Probablemente sea el mejor modo de felicitar el año a cuantos me lean o me vayan leyendo: que 2012 sea un presente perpetuo para todas y todos.