Siempre que llegan los primeros días del año, me hago la misma pregunta, ¿cómo es posible que un cambio de día, suponga el intento de pensar todo como nuevo, como por estrenar? ¿Cómo es posible que nos creemos la ficción de que lo que queda detrás, en la espalda de nuestro tiempo, ya está cancelado y no depende nada del mañana de lo que sucedió ayer...?
Y el caso es que caemos en la misma trampa la mayoría y la mayoría del mismo modo.
Empezamos a contemplar todo lo que nos queda por delante (este año 366 días, uno más) y es como si todo fuera posible.
Y lo único posible no es el futuro, sino este presente que no se detiene en ningún momento.
Hoy, quizá, se espere, porque sea tradición, una lista de buenas intenciones, algo así como unas metas, proyectos u objetivos... Vamos una lista de la compra de buenas intenciones.
Casi nunca he hecho tal cosa. Quizá porque me conozco y barrunto mi debilidad y volubilidad, y prefiero no tener un cargo más en mi conciencia. Prefiero improvisar, pues lo esencial no tiene por qué variar, si es que no hay causa de fuerza mayor que altere el ritmo de mis días. Simplemente intentaré acoger lo que cada jornada traiga lo mejor que sepa y pueda, sin excesivas rebeliones.
E intentaré seguir aprendiendo.
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Es agradable leer un libro en que uno conozca algunos de los lugares por los que transita el protagonista. Me refiero al diario de José Luis García Martín, Para entregar en mano, me refiero a Oviedo, libro que ha editado en su colección Levante La isla de Siltolá el año recién concluido. Es como si, de alguna manera, uno entendiera mejor lo que se cuenta, o se hiciera la ilusión de que estuvo allí, acompañando las andanzas de este hombre.
Otra vana ilusión, pero es agradable.
Y como sucede algunas veces, o me ha sucedido a mí mismo, el profesor de universidad y crítico literario y colaborador de La Nueva España, ya había publicado –y publica- el diario en el periódico (semanalmente, los domingos, me parece recordar), y, además, hace poco, he descubierto que también tiene su propio blog… A diferencia de lo que sucede con otros periódicos, La Nueva España cuida y se afana por los asuntos literarios, no sólo por los asuntos que tienen que ver con las promociones de las grandes editoriales, las que costean la edición de los suplementos literarios. Quizá ser periódico regional de una Comunidad Autónoma Uniprovincial, tenga sus ventajas.
Y ahora, si es que el lumbago no me lo impide (ay, qué frágiles somos), tendré que pensar en un título. Bueno, en dos. Mejor dicho, los subtítulos que individualicen este Surcos de los días, el del año pasado, y el de éste que ahora se abre.