Hoy es día de ecos, de
reverberos, después del sábado. Van llegando comentarios, reseñas, fotografías…
Según he abierto mi Caralibro, me
he encontrado con una hermosa referencia directa de María Jesús. No sé si a
ella le gustará, pero no quiero que esas palabras queden enterradas en mi
recuerdo.
Esta pequeña crónica la he escrito esta
tarde, aislada de cifras y encuestas, en el ambiente tranquilo de un AVE en dirección
a Málaga. Al transcribirlo, mi regocijo aumenta, dada la hora, pues ya
conocemos los resultados y nunca perdí la esperanza de que Andalucía continuaría
siendo de izquierdas. Pero no era ese el tema que traigo, sino los dos días
largos, que hemos pasado en Segovia con Amando Carabias, el anfitrión perfecto
y su hermano Mariano, del que tampoco dudo, porque la conozco, de su
hospitalidad. Solo que en esta ocasión ha ejercido de observador y docente por
entre los cuadros de su exposición “Los hombres que miran al sol”. A mí me
hubiera bastado llamarla Explosión de Luz y más tratándose del lugar: Las
antiguas caballerizas del Torreón de Lozoya. Me tiene atrapada el hombre, el
artista y su espiritualidad manifiesta en cada rizo de su pincel. Y si me llega
es porque está hecho con amor. Mariano Carabias, probablemente pondrá “amor”
con mayúscula. En todo caso, quien esté cerca debería pasar, solo para
experimentar esta sensación de la que hablo. Quién no disfrute un pellizco tan
solo de la majestuosidad y hermosura de esas salas, por desgracia no sabrá de
lo que hablo. Una vez más me llevo la mirada prendida del corazón y tal vez, un
trocito de esta muestra para iluminar mi casa.http://marianocarabiasblog.blogspot.com.es/2012/03/inauguracion.html.
Había escrito también del día espléndido que nos regaló Norberto García
Herranz, ayer sábado para disfrutar del III día de la Poesía en Segovia. Pero
alguien lo ha hecho mejor que yo. Os dejo el enlace http://amandocarabias.blogspot.com.es/2012/03/iii-dia-mundial-de-la-poesia-en-segovia.html
Sin duda que son letras exageradas, pues uno
está muy lejos de ser ese anfitrión perfecto, pero intento aprender, intento
devolver lo mucho que se me da en tantas partes y de tantos modos.
Mientras escribo, escucho “Las obras de cámara
para violín” escritas por Maurice Ravel, un disco que me ha regalado Catherine,
la otra visitante de estos días. Y las notas que se desgranan traen a mi
recuerdo su sonrisa y su gesto siempre afable.
Me gustaría encontrar las palabras
adecuadas, alguna frase que no parezca desmedida, o cargada de una melosidad
insoportable, pegajosa. Pero ciertos territorios del sentimiento huelen
indefectiblemente a azúcar, por más que uno quiera evitarlo.
Conocidos de otros años, nuevos conocidos,
todos reunidos en torno a los versos. Al final, como nos comentó por la mañana
Antonio M. Herrera, se podría afirmar sin temor al error que la locura de la
poesía es contagiosa. Al menos para un grupo, quizá minoritario, pero no
exiguo.
No importa (o importa menos) el estilo de
cada quien, pues por encima o acogiéndonos a todos está la poesía, inabarcable,
inexplicable.
He recorrido unos cuantos blogs de algunos
de los participantes en el acto y en varios de ellos hay referencias muy explícitas
a la jornada. Como era de imaginar, el momento de la visita a los carmelitas,
tras las huellas de Juan de la Cruz.
Y en estos días siempre muy presente en mi ánimo
el fulgor de los cuadros de Mariano. Escribía ayer mismo que estos días han
sido propicios para la contemplación, y la exposición no sólo no es ajena a
ello, sino que está propiciando con más vigor tal actitud.
Quizá María Jesús da de pleno al explicar la
razón última por la que sus cuadros suelen llegar al corazón: están hechos con
verdadero amor…
Y no me queda más remedio que acudir a San
Juan de la Cruz. A sus últimas palabras escritas, según afirma la tradición, y
según reza el monolito que con su busto ocupa una esquina del claustro del
monasterio carmelitano: “Donde no hay
amor, pon amor, y sacarás amor”.