Cómplices

Jueves, 3 de enero de 2013


En realidad es como si no hubiera empezado 2013. No me refiero sólo a esa sensación habitual que se produce en estos días que suceden a las celebraciones de año nuevo y se extienden hasta que pasa el día de Reyes que aún se celebra —y no poco, aunque cada vez algo menos— en mi casa.
Ando enfrascado en tareas de cierre del año pasado, ordenación de escritos y culminación de algunas notas que tengo por ahí pendientes. Y por otro lado empiezo a organizar algunas cosillas para este mismo año, como sutiles retoques en los blogs, preparar algún cuaderno que otro (aunque sean cuadernos informáticos y virtuales) con ideas que aún son vagas, incipientes, remotas…
Amando, pon lo que piensas realmente. Di que respecto de los leves retoques en los blogs, te refieres en realidad al descubrimiento de una versión del Clave bien temperado a cargo de Richter —el músico que dirigía la Pasión según san Mateo que te enamoró para siempre de Bach—, y di que esta versión la has subido a Eterna luz sonora por si alguien, alguna vez, quiere leer allí algún poema y quiere escuchar la interpretación de este músico, uno de los grandes expertos de Bach a lo largo de la historia. Y di que te estás demorando en la escritura de estas líneas, porque bajo sus dedos la obra suena de otro modo. Hasta tú eres capaz de apreciar diferencias respecto de la versión que tienes más trillada, la de Gulda. Por alguna razón que no sabes explicar —dilo también—, te seduce más ésta que ahora mismo escuchas. Sientes que los matices aumentan, se multiplican, como si cada pieza tuviera más personalidad, como si la escritura de Bach tuviera más recovecos aún que aquellos a los que estabas acostumbrado y que eran muchos… Sí, di que los preludios no tienen todos el mismo ritmo lento, los hay más melancólicos, más meditativos, más distraídos, más reflexivos; y las fugas, dilo también, no son todas igual de veloces: algunas se aceleran como llenas de angustia, otras parecen vítores festivos, otras llenas de miedo, como si estuvieran perseguidas por alguna peligrosa fiera y otras son saltarinas y juguetonas como niñas…
Quizá la cuestión sea más simple. Quizá no se trate de puertas que se abren y se cierran dejando compartimentos estancos. Quizá simplemente sea que el paso de un año a otro no es más que atravesar un puente, y sean estos días entre fiestas ese territorio que une y separa al mismo tiempo.
Y lo mismo que sucede en esta tarea ocurre en muchas más cosas de lo cotidiano, incluso en la propia oficina, donde las jornadas aún tienen el aroma de asuntos que no se corresponden con este nuevo 2013 del que tenemos que acostumbrarnos a todo… ¿Cuántas veces, como cada año, erraré al poner la fecha y tendré que usar el retroceso para borrar un 2 que aún se colará, como añorando su presencia en la posición de las unidades?