En
realidad es como si
no hubiera empezado 2013. No me refiero sólo a esa sensación habitual que se
produce en estos días que suceden a las celebraciones de año nuevo y se
extienden hasta que pasa el día de Reyes que aún se celebra —y no poco, aunque
cada vez algo menos— en mi casa.
Ando
enfrascado en tareas de cierre del año pasado, ordenación de escritos y
culminación de algunas notas que tengo por ahí pendientes. Y por otro lado
empiezo a organizar algunas cosillas para este mismo año, como sutiles retoques
en los blogs, preparar algún cuaderno que otro (aunque sean cuadernos informáticos
y virtuales) con ideas que aún son vagas, incipientes, remotas…
Amando, pon lo que
piensas realmente. Di que respecto de los leves retoques en los blogs, te
refieres en realidad al descubrimiento de una versión del Clave bien temperado a cargo de Richter —el músico que dirigía la Pasión según san Mateo que te enamoró
para siempre de Bach—, y di que esta versión la has subido a Eterna luz sonora por si alguien, alguna
vez, quiere leer allí algún poema y quiere escuchar la interpretación de este músico,
uno de los grandes expertos de Bach a lo largo de la historia. Y di que te estás
demorando en la escritura de estas líneas, porque bajo sus dedos la obra suena
de otro modo. Hasta tú eres capaz de apreciar diferencias respecto de la versión
que tienes más trillada, la de Gulda. Por alguna razón que no sabes explicar —dilo
también—, te seduce más ésta que ahora mismo escuchas. Sientes que los matices
aumentan, se multiplican, como si cada pieza tuviera más personalidad, como si
la escritura de Bach tuviera más recovecos aún que aquellos a los que estabas
acostumbrado y que eran muchos… Sí, di que los preludios no tienen todos el
mismo ritmo lento, los hay más melancólicos, más meditativos, más distraídos, más
reflexivos; y las fugas, dilo también, no son todas igual de veloces: algunas
se aceleran como llenas de angustia, otras parecen vítores festivos, otras
llenas de miedo, como si estuvieran perseguidas por alguna peligrosa fiera y
otras son saltarinas y juguetonas como niñas…
Quizá
la cuestión sea más simple. Quizá no se trate de puertas que se abren y se
cierran dejando compartimentos estancos. Quizá simplemente sea que el paso de
un año a otro no es más que atravesar un puente, y sean estos días entre
fiestas ese territorio que une y separa al mismo tiempo.
Y
lo mismo que sucede en esta tarea ocurre en muchas más cosas de lo cotidiano,
incluso en la propia oficina, donde las jornadas aún tienen el aroma de asuntos
que no se corresponden con este nuevo 2013 del que tenemos que acostumbrarnos a
todo… ¿Cuántas veces, como cada año, erraré al poner la fecha y tendré que usar
el retroceso para borrar un 2 que aún se colará, como añorando su presencia en
la posición de las unidades?