Cómplices

Domingo, 24 de febrero de 2013


Cuando el surco está en barbecho, el silencio se hace tiempo y expectación. Las alondras o las cigüeñas o los gorriones miran y no ven; pero intuyen y esperan.
En lo más hondo, bien adentro, sin embargo, una densidad de ruido sin sonido aparente camina hacia la germinación. A veces alguien se impacienta, porque el aspecto del terreno invita a pensar en la esterilidad o en el vacío.
Y es que, en más ocasiones de las que parece, sólo los gusanos y algunas criaturas invisibles y poco adecuadas a nuestro gusto —quizá demasiado refinado— son los testigos del mágico instante en el que la aparente destrucción, es el prólogo inevitable de la vida.