Cómplices

Miércoles, 20 de marzo de 2013

Ahora todos se rasgan las vestiduras. De pronto el llamado corralito chipriota parece que ha nacido espontáneamente, como por ciencia infusa, como si nadie hubiera tenido que ver en el alumbramiento de semejante idea.
Pensaba que los especialistas en la improvisación y las soluciones absurdas, como germinadas tras una noche de jolgorio un poco desmedido, correspondían sólo a nuestro gobierno nacional. Pero como bien decimos en estas tierras del sur del continente, en todas partes cuecen habas.
En el fondo, me parece, se trata la típica reacción de los tahúres pillados in fraganti en una de sus trampas. Casi siempre se encogen de hombros y niegan la mayor. Aunque hay ocasiones que, además de eso, montan en cólera, tiran la mesa donde se juega la partida y son capaces de llegar a las manos o algo más. Esperemos que no sea el caso.
A mi modo de ver una de las consecuencias más graves de esta medida —aunque al final no se concrete— es que ha sembrado la desconfianza más absoluta en quienes nos gobiernan… si ello es aún posible.
Soy de los que piensa que todo en la vida, sobre todo lo que realmente importa —y el dinero no lo es para mí, aunque sea imprescindible disponer de una cantidad mínima para vivir con dignidad—, depende en buena medida de la confianza. Si ésta desaparece, todo se hace mucho más complicado, o directamente imposible. Desde ese momento es imprescindible inventar o poner en marcha más medidas de control y supervisión. Cuando se pierde la confianza en algo o en alguien, lo importante ya no es lo que haga o deshaga ese otro (persona, institución o grupo), sino verificar, antes de nada, que no nos esté engañando, que tras la propuesta no se esconda una trampa en la que pretende que caigamos para su beneficio y nuestro expolio.
Si a partir del viernes pasado, por razones imperiosas y graves, ya es posible legislar por sorpresa un impuesto sobre nuestros depósitos bancarios (mayormente exiguos), además de lo legalmente establecido de antemano y que todos más o menos conocemos, es lógico que pensemos que estamos siendo víctimas de en un atraco a mano armada, es elemental que pretendamos proteger lo que se entiende como propio, lo que se guardó en aquellas instituciones porque nos habían demostrado la mínima confianza requerida.
Lo que han hecho en Europa, o en Chipre, que uno a estas alturas ya ha perdido la pista de todo lo que sucede, pues el asunto se ha enrevesado como si una borrasca hubiera revuelto todos los papeles mezclándolos entre sí, lo que han hecho, digo, me recuerda a la tonadillera que fue pidiendo por televisión que todos los españoles le diéramos un durito para poder afrontar el pago de la deuda que mantenía con Hacienda —según ella un débito injusto, claro—. Y pensar que los dirigentes de Europa o Chipre, o ambos, son como Lola Flores, me hace sonreír, a pesar de todo.
Lo malo es que a éstos les falta el arte, la gracia y el salero de la jerezana.