Cómplices

Lunes, 29 de abril de 2013


¿No será que el camino es más escabroso de lo que parece? ¿No será que hay trechos de la senda en que lo abrupto del territorio sólo permite dar pasos lentos y cautelosos que eviten un traspiés peligroso? ¿No será que la primera mentira, la más duradera y perniciosa es la que uno se repite a sí mismo cada jornada?
Sé que los propósitos suelen servir para incumplirlos, pero también sé que sin ellos la vida es tediosa y conduce sólo a los desiertos donde la soledad es el infierno. A veces uno llega al desierto de arena, fuego y muerte; en otras al desierto de hielo, frío y muerte.
Hay palabras que no sólo se deben pronunciar —o anotar con pulso tembloroso—, sino que debieran plantarse en el corazón, debieran regarse con la frecuencia precisa y en la cantidad necesaria para que dejen de ser sólo palabras o buenas intenciones, y se conviertan en lo que siempre debieron ser: melodía de nuestros latidos.