Cómplices

Martes, 23 de abril de 2013


Decía ayer…: “El silencio, aunque a veces no se entienda, no es inactividad; porque sólo quien calla tiene la opción de escuchar…”
Y sin haberlo planeado —aunque parezca lo contrario— durante casi un mes me llegó el silencio. No eran premeditadas las palabras, pero quizá fueran intuidas o adivinadas a través de un cauce o un sendero aún desconocido para mí que va desde lo más secreto de una sospecha hasta la razón y que por el camino se tornan palabras.
Uno ha vuelto a entender en este tiempo que la vida pesa, pero no aplasta, y que son muy pocas cosas imprescindibles, muchas menos de las que parece, y que la verdadera tarea nada tiene que ver con las ocupaciones.
A la postre lo que verdaderamente importa es permanecer abierto como el cauce del río. Cuando llegue el agua, me encontrará disponible para no ser yo estorbo a su carrera; cuando sólo sea vea el pedregoso lecho de cantos rodados, quizá algunas hierbas crezcan lo suficiente como para madurar y que una flor brote entre sorprendida y sorprendente.
Porque, como el alimento es imprescindible para recorrer los pasos que tiene un día, así la lectura para quien anhela la escritura.
Y poco más.
¿Quizá más silencio?