Cómplices

Lunes 20 a domingo 26 de mayo de 2013

Lunes 20. Empieza una semana que va a ser ajetreada. Por suerte es la semana de la patrona y el miércoles no tendré que ir a la oficina.
No voy a tener tiempo de hacer lo que más deseo y lo que verdaderamente importa en esta semana: la presentación del libro de Amelia. Faltan ya a estas horas apenas dos días —mañana, el miércoles— para que Segovia tenga noticia de su poemario.
Hace unas cuatro horas estaba con Norberto hilvanando el esquema de la presentación, mientras tomábamos un café —en realidad el primero que me han servido lo he compartido con la mesa, la silla, los pantalones, el suelo, algunas partituras musicales que traía N, …—. Cualquiera en su sano juicio, una vez puesto ante el ordenador, hubiera aprovechado la conversación para ponerse de inmediato manos a la obra y avanzar en el texto de la presentación del libro; sin embargo, no. Sin embargo he tenido que cumplir con otro encargo. Ya sé que la culpa es mía, pero a estas alturas ni puedo, ni debo ni acaso quiera bajarme del barco al que me subí hace años, sin que nadie me lo pidiera.

Martes 21. Últimamente JSM habla mucho de los ‘no poetas’. Creo que se refiere a los hacedores de versos que hablan de sí mismos en exclusiva, sin que en su poesía trascienda lo verdaderamente humano, lo que importa.
Aún sin saber a qué o a quién se refiere en concreto, si la explicación es la que supongo, estoy plenamente de acuerdo con su apreciación, que podría ser parte del cimiento sobre el que se debe asentar la poesía.

Miércoles 22. Me parece que la mañana ha sido fructífera. No sé si estaré muy cerca o muy lejos de lo que ha querido decir Amelia Díaz Benlliure en el poemario, pero es el eco que me ha dejado.
Al poco de conocer a ADB., gracias a los milagros que a veces Internet regala, recibí la versión en PDF del poemario. No puedo precisar si fue antes o después de que ella supiera que se lo editarían. Recuerdo, eso sí, que desde su primera lectura tuve la impresión de que estaba ante un texto cuya esencia era la sinceridad más descarnada, a ratos casi brutal. Y también comprendí, al leer leerlo que estaba ante una joya de la literatura pensada para decirse con la naturalidad con la que se habla, sin los engolamientos propios de los grandes discursos en que las palabras resuenan como truenos, pero no dicen nada, o casi nada, o tuercen su verdadero sentido. O como dice Manuel Rivas en Las voces bajas:
«No sabemos bien lo que la literatura es, pero sí que detectamos la boca de la literatura. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Puede ser escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Yo conocí muy pronto esa boca. En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre hablando sola»
Creo que no es casualidad que ambos, MR y AD usen la palabra voz, para ahormar el título de sus obras…
Voz: modo en que nuestro pensamiento cruza el aire para llegar a otro, a otros. Voz: arcilla inmaterial que funda la palabra como materia prima de la comunicación. Voz: palabra entrando a través de los oídos y anidando en el corazón. Voz: instrumento musical perfecto, según afirman quienes más saben.

Jueves 23. El frío de la noche de Segovia aún no ha abandonado del todo mis pies. Llegamos tras una cena entrañable…
Unas horas antes, mientras esperaba a que llegasen a AidaBooks&more Amelia y Mónica y Norberto y María Jesús y Marián, he podido charlar con Maite, que me ha explicado con convicción la tarea de la ONG a la que representa esta librería solidaria. Desde este momento me he hecho un donante más de los muchos que ya tiene. Que los libros sean también puente para conseguir proyectos cuyo adobe es la solidaridad, me parece una especie de sueño. Aunque sé que tampoco así lograré mucho, al menos mis libros autoeditados, los iré donando al establecimiento y, si vende alguno, los repondré.
La presentación de Tuya es la voz ha ido muy bien, si la medida es la de la intensidad de las emociones o los sentimientos, el camino que nos acerque a la esencia de lo que importa, ese paisaje intraducible de los corazones.
¿Interesan o importan otras medidas?
Creo que mis palabras —excesivamente largas, como siempre— han servido para que la emoción transitase como una bailarina apasionada por la mayoría de los corazones que nos atendían. O eso me ha parecido, al menos, aunque quizá hayan ayudado más aún las de Norberto y las de la autora y, sobre todo, los poemas, el recitado de los poemas.
Y doy por bien empleado todo el tiempo que me ha llevado la preparación de este texto. Percibir la intensidad de las miradas de algunos de los asistentes ha sido más que suficiente.
Es tarde, demasiado tarde. Mañana nos esperan más emociones, y no sé cómo las voy a aguantar con la falta de sueño que se me avecina…

Viernes 24. Aún en las retinas la huella de la piedra trabajada como si tuviera la ductilidad de la cera, como si fuera un organismo vivo al que se puede modelar sin esfuerzo. La noche de ojos asombrados transitando animadas calles, sobre las que se alzan los testigos de otro modo diferente de entender el mundo, cuando no importaba hacer más, sino hacer mejor, hacer para perdurar sin importar el tiempo transcurrido desde que la herramienta golpea por vez primera la caliza, hasta que queda convertida en rosa, lis, cenefa, calavera, rana, astronauta o redentor ensangrentado…
Será una presentación inolvidable, como ha dicho ADB al salir del Ateneo salmantino.
Ahora repaso mentalmente la jornada, y son tantos los fotogramas que recorren veloces mi cerebro, que se hace imposible presagiar dónde acabarán mis anotaciones o, si por el contrario, seré capaz de dejar rastro de apenas una décima parte.
Después de un viaje cómodo y tranquilo, y tras instalarnos en el hotel, nos hemos reencontrado con Annie Altamirano y con Carlos Blanco y con ellos hemos entrado en la Plaza Mayor pocos minutos antes de juntarnos con Amelia y Mónica, que han llegado esta mañana,
Nuestro hotel está en lado del poniente de la Plaza, así que al acceder a ella, M. y yo nos hemos encontrado al sol iluminando sus fachadas septentrión y oriental. He quedado sin palabras. Este recinto cuadrangular posee la capacidad para la hipnosis. Queda uno empequeñecido hasta su propio tamaño en estas proporciones amplias y, sin embargo tan armónicas.
Es la primera impresión la que cuenta, la que perdurará en mí siempre que pise su pavimento. Podré conocer más sus detalles, tal o cual anécdota de su construcción, tal o cual significado de sus fachadas; pero esta fascinación primera será la que tiña cualquier otra visita, cualquier otro recuerdo.
Hay unas cuantas obras proyectadas y ejecutadas por humanos que parecen haber salido de seres divinos o titanes. He nacido y vivido siempre en una ciudad que tiene, al menos, una de estas joyas y cada vez que descubro una de ellas, o sea cada vez que sitúo mi poquedad en el lugar preciso, tras recuperarme de la primera impresión que ya será indeleble, mil ideas recorren mi pensamiento. No sé muy bien cómo formularlas, pero tienen que ver con un anhelo y con una crispación. ¿Cómo tender nuestra capacidad creativa hacia lo bueno, lo hermoso, lo armónico, lo que produce y otorga paz? ¿Cómo evitar que venzan otras tendencias —también nuestras— como venganza, destrucción, odio, engaño…? Si los seres humanos —no dioses, no titanes, no diablos— han concebido y erigido obras como esta Plaza de Salamanca, cómo es posible que sean capaces de destruir tanto como destruyen…
Con esta impresión aposentándose en lo más íntimo, hemos cruzado el lienzo norte de la muralla, bajo la casa consistorial, y nos hemos metido en la calle Zamora a la busca de nuestras amigas A. y M. que nos esperaban unos pocos metros más adelante, en la confluencia entre esta calle y la plaza de los Bandos.
Había tiempo para ultimar los detalles de la velada poética con la presentación de los dos poemarios. Ciertas cosas no son difíciles: el acto nació sencillamente y sencillamente se ha desarrollado. Ya en el Ateneo —un poco escondido, como si fuera un poema susurrado—, me he reencontrado con Armando Manrique, a quien también conocimos en Segovia, y los anfitriones nos han presentado a Luis Gutiérrez, su presidente, que se ha volcado con nosotros, con toda cordialidad, generosidad y sentido del humor fácil y veloz.
Tras un café, me fumaba un cigarrillo y charlaba con C. y A., cuando han llegado Benito y Paquita. Como siempre B. preparado para ser reportero del acto, cargado de cachivaches y sonrisas. Nuevas presentaciones (Toño Blázquez, Natividad Gómez, María Ángeles, Norberto…) y una foto de prensa, han dado paso al acto.
Siempre que se presenta un libro, me planteo si se cumplirá con el objeto real del acto: dar a conocer su esencia, intentar que quienes asistan lleguen a entender la intención de quien lo escribió, sin desentrañar los misterios que encierre. En este caso concreto me parece que las palabras de Annie, las de Amelia y el recitado de Carlos, acompañado por la melodía de la guitarra de Toño, no sólo lo han logrado, sino que quizá hayan abierto expectativas excesivas.
Por lo que haya sido, he percibido que —como ocurrió ayer en Segovia, cuando Norberto y yo presentamos el libro de ADB— el ambiente se caldeaba con la temperatura de la emoción.
Al ser una doble presentación, no convenía que mis palabras sobre el libro de ADB fuesen tan pormenorizadas como en Segovia. Espero haber atinado con el resumen y las preguntas, espero no haber olvidado algo fundamental para que se comprendiera lo fundamental de Tuya es la voz, no sabría cómo perdonármelo.
La noche nos deparaba otra sorpresa, tras un refrigerio en una terraza junto al propio Ateneo, algunos de nuestros anfitriones —Carlos, Annie, Nati— nos han mostrado Salamanca iluminada con toda la pasión propia de quien ama su tierra, aunque sea de adopción.
Ha sido el primer paseo por la zona histórica y monumental de la ciudad. Después de cruzar y retratar la Plaza, vestida de luz, y a la que la luna llena se asomaba henchida en plenitud, ha sido mi primera visión en directo de la Clerecía, la Casa de las Conchas, la fachada de la Universidad, la torre de la Catedral, la plaza de Anaya, el huerto de Calixto y Melibea, la Cueva, el convento de los Dominicos, la Torre del gallo… Mientras contemplábamos la fachada de la catedral que cierra uno de los laterales de la Plaza de Anaya, escuchaba con sana envidia las explicaciones de Carlos sobre la celebración de la décima octava edición del evento titulado El cielo de Salamanca que este año tendrá como tema de sus versos la catedral, ya que en estos días se celebra el quinto centenario del inicio de las obras de la catedral nueva.
Sin embargo ya a esa última hora no he estado a la altura. Hacia la una de la madrugada, saliendo del jardín de Calixto y Melibea, he sentido con nitidez de puñetazo el agotamiento del paso de las horas —desde las seis y media de la mañana—, y he sentido el bajón como un golpe traicionero.
Y lo peor ha sido no poder continuar un rato más, despedirnos como se merecían todos cuantos nos acompañaban.

Sábado 25. La mañana, fresquita y luminosa, ha estado teñida por la belleza de Salamanca que hemos disfrutado mucho más, gracias al paseo de la víspera.
Probablemente se trate de una apreciación muy subjetiva —que me sucede igual con Segovia—: a pesar de la indudable belleza que tienen los monumentos iluminados en la noche, su verdadera hermosura la alcanza a la luz del día, con ese modo de ir matizándose el color a medida que las horas avanzan.
Las primeras horas, M. y yo hemos seguido, como si fuera un esquema, los pasos del cazcaleo nocturno. Hemos entrado en el patio de la Casa de las Conchas, donde me ha seducido de modo especial y extraño una de las gárgolas, que me he figurado como el retrato de un condenado acuciado por los horrores de los infiernos. La fachada de la Universidad me ha parecido aún más prodigiosa que durante la noche, y me he lamentado al comprobar cómo a la inmensa mayoría de turistas sólo parecía importarles encontrar la rana sobre el frontal de la calavera. Apenas miraban el resto, cuando uno, si pudiera, estaría muchos minutos u horas contemplando cada detalle, ¡y tiene tantos! Si por la noche, como comentaba Mónica, percibimos que en otras épocas el tiempo no se medía con la urgencia de este siglo, sino como el recipiente en el que tenía que hacerse bien una obra, a la luz del día tal percepción, ha adquirido plenitud de certeza insoslayable.
Antes de dirigirnos a la catedral, hemos comprobado que Salamanca está de exámenes. Los grupos de estudiantes se arremolinan entorno a bibliotecas y salas de estudio, y la cantidad de vasos de café vacíos que rebosan las papeleras, nos han demostrado que la noche de estudio ha sido larga.
Hemos llegado a la catedral, por el lado contrario que lo hicimos anoche, o sea por la zona del Patio Chico, donde la catedral vieja y la nueva se funden en un todo. Tras pasar junto a la estatua del Padre Cámara hemos contemplado un buen rato la fachada principal de la catedral, ese prodigio de escultura en piedra y por allí hemos entrado para recorrer sus naves.
Al salir por el lado de la plaza de Anaya, por la puerta de Ramos, hemos decidido volver al huerto de Calixto y Melibea. Me he dado cuenta de que es mucho mayor de lo que sospeché anoche, y también he comprobado que este jardín, está construido sobre uno de los extremos de la muralla salmantina.
Hemos bajado hacia el puente romano, y contemplado la anchura de un Tormes muy caudaloso. El puente, y demás zonas de paseos junto al río estaban muy transitadas por quienes ansiamos ya la llegada de un buen tiempo que no acaba por anidar en estas tierras, como si la climatología se aliase a la inmisericordia de los tiempos grises, adustos y duros que vivimos. Sin embargo la mañana nos ha dado la tregua suficiente aunque la brisa, de vez en cuando, avisaba a su modo que el frío aún no se ha ido, que este tiempo desabrido seguirá quién sabe cuánto más.
Hemos regresado al casco antiguo por el lado de los Dominicos, otra fachada espléndida, narrativa, llena de relatos pétreos para la lectura de los creyentes de aquellos siglos y de ahora…, al menos para quien tenga la suficiente preparación como para interpretar los símbolos que ahí están, inamovibles.
Mientras comíamos hemos comprobado que ha sido jornada de graduaciones. Jóvenes hermosos y felices (ellos y ellas) rodeados por los suyos paseaban su beca albiamarilla camino de la plaza Mayor en su mayoría. Por la tarde, tras volver a la plaza donde está la fachada de la universidad, y acompañados por la presencia de la estatua de fray Luis de León —un capricho mío—, he ido comprobando que la piedra caliza de Villamayor es más rosada que la de Segovia, y le da el tono característico de la ciudad. En vez de regresar a la Plaza Mayor, hemos variado el rumbo. Ahilados a la enorme fachada de la Clerecía hemos caminado en busca del palacio de Monterrey —otra filigrana de piedra en su crestería y su torreón— y nos hemos encontrado con la iglesia de san Benito y con la de las Agustinas, que me ha recordado de inmediato a las iglesias romanas. El cuadro de la Purísima de Ribera, imponente, acapara la atención del visitante. Todo lo demás —preparado para bordonear con luz y silencio la oración del fiel— casi pasa desapercibido a la atención. Y todo contrastaba con el ambiente del final de curso de la catequesis. Los niños saliendo y entrando de lo que he supuesto una amplia sacristía, los bancos con adornos de colores, tan gritones y chirriantes allí dentro, pero quizá tan necesarios para su objetivo…
Y desde allí, tras asomarnos al Parque de San Francisco, detenernos brevemente junto a las úrsulas y pasear los ojos por la fachada de casa de las muertes, y por la que está cabe ella, donde murió don Miguel de Unamuno —omnipresente en Salamanca, como debe ser—, hemos regresado hacia la plaza.
Parecía necesario concluir nuestra visita en el mismo punto donde la comenzamos. Detenernos nuevamente unos minutos para que este espacio se grabara lo mejor posible en nuestras retinas. El coche, el pequeño centauro plateado de Marián, nos esperaba en el parking donde lo habíamos dejado la víspera, en uno de los bordes de la Plaza de los Bandos, como vigilado por la escultura de Carmen Martín Gaite quien nació en esta plaza, donde siglos antes otra mujer, María la Brava protagonizó el final de una historia llena de crímenes y sangre, una historia que dividió a la ciudad.
Hemos abandonado la ciudad con la impresión de que esta visita augura necesariamente muchas más. Y en el retorno, tan tranquilo como a la ida, hemos disfrutado recordando los detalles del viaje, tal o cual fachada, pero, sobre todo, tal o cual frase, tal o cual comentario de cualquiera de nuestros amigos.


Domingo 26. Podría repetir ahora, palabra por palabra lo mismo que anoté el domingo día doce. Hoy sólo por cambiar levemente, diré que ni la lluvia de la tarde tormentosa ha podido arrancar la sonrisa de otra niña. Y que la paz que siempre obtengo en Basardilla, hoy se ha acrecentado al volver a comprobar cómo avanza firmemente, sin prisas pero sin pereza la obra de mi hermano, que a cada mes que pasa, nos reserva nuevas sorpresas, detalles que empujan al gozo y a comprobar que nuestra mirada ha de levantarse un poco por encima de esta cotidianidad adusta y gris que tiende a aplastarnos.