Lunes 17. No debería haber leído la prensa. No debería haberme
topado con esa noticia. Pero ha sucedido. Parece que me persigue la cuestión.
Descubrir que la brutalidad moral de quienes dirigen la función en esta parte
del planeta.
Ahora según uno de
los jerifaltes de la CEOE, cuatro días de permiso por el fallecimiento de un
familiar de primer grado es excesivo. Argumento: los viajes no se hacen en
diligencia. Aunque el único argumento son los costes que genera a la empresa.
Los hay descastados
hasta el extremo de pensar que el permiso es una cuestión de viajes. O estoy
muy equivocado, o los familiares de primer grado —por consanguinidad o
afinidad— son los padres-suegros, el cónyuge, los hijos-yernos-nueras. No hay
más. Ni siquiera un hermano es considerado familiar de primer grado.
Evidentemente para
algunos su cónyuge, su padre y su hijo es la empresa. El resto quizá no son familiares, sino adherencias de la vida...
Martes
18. Definitivamente
el juzgado contencioso administrativo ha declarado ilegal la propuesta de
consulta popular planteada por nuestro Alcalde.
Y aunque me imagino
que éste no será el final, pues supongo que tendrán prevista una alternativa, o
así lo deduzco por las declaraciones previas. Sin embargo no tendrá la misma
repercusión.
Pero de este asunto
que, en apariencia, tan lejano queda de la poesía o de la literatura, extraigo una
lectura clara. Más que de los posibles errores del Ayuntamiento que hayan
motivado la decisión judicial, uno vuelve a confirmar que nuestra democracia
soporta pocas comparaciones con otras. A pesar de ser éste el periodo más largo
de sistema democrático de nuestra historia (quienes tengan treinta y cinco años, o menos, no han conocido otro, por suerte para ellos), todavía vivimos en mantillas
o, mejor dicho, nuestro sistema democrático parece una criatura que tiene miedo
a su propia esencia, como si un niño temiese jugar, como si un electricista se
asustase ante una instalación eléctrica, como si un poeta temblase ante las
palabras. Porque los niños se divierten jugando, se toman el juego muy en
serio; porque los electricistas saben lo que encierra un cable de alta tensión,
toman precauciones; porque un poeta conoce que la palabra al ser pronunciada
convoca a la vida o a la muerte, así la democracia debía actuar, con el mismo
rigor, con la misma prudencia, pero con el mismo convencimiento de que usarla
en plenitud y responsabilidad es la forma más eficaz para el desarrollo de las
personas que forman un colectivo, llámese éste: municipio, provincia, comunidad
autónoma o estado.
Por el contrario, si
el juego infantil es dirigido por adultos, si se pretende ser electricista tras
preparar un circuito eléctrico sobre una madera de contrachapado usando una
pila de petaca, si el poeta es controlado por los censores, entonces el juego
será pantomima, la electricidad chisporroteo y la poesía mera adición de
palabras eufónicas…
Por otro lado, nadie
ha explicado suficientemente las razones del rechazo de su señoría a las
alegaciones presentadas por el Ayuntamiento. Uno no sabe muy bien los criterios
que llevaron a la abogacía del Estado a informar negativamente sobre este
asunto, aunque algo se explicó. Pero lo que se desconoce del todo —y lo he
buscado en prensa y redes sociales— son los argumentos de las alegaciones del
Ayuntamiento, y la motivación judicial para no admitirlas y, en consecuencia,
suspender definitivamente la consulta.
Y desconocer estos
argumentos no es algo baladí; al contrario, debería ser el sustrato del debate.
¿Esta ausencia de información se debe a que los periodistas no disponen de
espacio para facilitarla, o simplemente no la disponen, o se considera que no
es importante disponer de ella?
Como tantas veces
nos conformamos con el titular, aunque en este caso el titular de por sí es
suficiente como para dar un paso al frente y no callar ante la orden imperativa
de silencio que se nos ha dado.
Miércoles
19. Me
gustaría poder aportar algo, al fondo de la anotación y el asunto de ayer. Como
uno se imaginó, había una alternativa: la consulta con todas las formalidades
de una consulta popular, se sustituirá por una recogida de firmas.
No es lo mismo,
claro, pero al menos, permitirán que manifestemos una opinión.
Jueves
20. Llego
a casa con el cansancio de una jornada. He querido anotar una frase, mientras
la tarde se tornaba brisa, y ha sido imposible. Hoy todo se torna sensación
inaplazable de vaciarse, llenar de silencio mi interior, para que lo de fuera
pueda entrar y preguntarme.
Viernes
21. La
entrada del verano —creo que ha sido mientras me cepillaba los dientes, más o
menos— se ha recibido con una dosis de enfado no pequeño por el mal tiempo que
prolonga la sensación de un final de invierno infinito, o que tiende a él. Cada
vez hay más voces que se dudan de que este año se pueda disfrutar de esta
estación como solemos, o sea, quejándonos del intenso calor que nos aplana, nos
deja dormir poco y mal…
Comienzan las
vacaciones escolares. Comienzan las fiestas de Segovia. Algunos compañeros se
toman unos días de descanso.
Las tardes, aunque
ya no crecerán más, parecerán más largas, más intensas.
Pero este año, uno
espera, simplemente que nada ocurra, que todo se quede en ese punto en el que
ahora mismo está.
Sábado
22. Aunque
no escriba muchas líneas, aunque no haya huellas de mi trayecto, hoy he
acabado, no sé si satisfecho, pero sí cansado al menos. Lo de este sábado se ha
parecido a aquellos veranos, que ahora parecen tan lejanos, aquellas semanas en
que escribía, sólo escribía.
Este fin de semana,
además, en Segovia es más largo, porque el lunes es festivo.
Sé que es un sueño,
pero qué bien está de vez en cuando rozar, aunque sea con la punta de los dedos,
la orla de un sueño.
Domingo
23. Desconecto
de Internet los fines de semana. Ni un correo electrónico. Nada. Ahora, en esta
tarea en que estoy embarcado y a la que sólo puedo dedicar con un mínimo de
rendimiento los fines de semana, es algo imprescindible; pero ya antes de haber
iniciado la corrección y decantado del poemario, me había impuesto esa especie
de régimen. (Iba a escribir dieta, pero no es una dieta, porque en realidad no
me privo de nada).
Es verdad que sin Internet
no habría avanzado los pasos que he avanzado. A Internet le debo muchísimo. Pero
todo tiene sus límites, sobre todo yo. Debo encontrar la justa medida, y quizá
haber empezado de esta manera no sea mala solución…