Lo vimos en el hospital. Después de lo que nos había
contado por carta, su aspecto era mucho más saludable de lo que suponía. Al
menos sale a la calle, aunque se desprenda de sus palabras cierto pesimismo,
cierta sensación de hastío o de incredulidad ante las cosas que le van diciendo
los médicos. Pero ha sido una gran alegría, a pesar de todo, haber coincidido
con él casualmente.
Y es que
estuvimos muchísimo más tiempo del previsto. No lo dijeron, pero me da la impresión
de que el aparato de los electrocardiogramas para los preoperatorios se les había
estropeado, o se había estropeado en otro sitio y allí era más urgente su presencia.
Con el
aparato para los ecocardiogramas es lo que pasó. Esto sí lo comunicaron. Unos minutos
antes de la información, ante nosotros pasó un joven doctor que llevaba la máquina
—o una parte de ella, no tengo conocimiento para saberlo— en una funda de una conocida
marca neerlandesa. Se lo han tenido que llevar porque ha surgido una urgencia. Lo
que no se aclaró es que si se había estropeado otro aparato o éste es el único,
pero eran el artilugio y el médico quienes debían acudir al enfermo, y no a la
inversa.
La pregunta
que de inmediato se aupó en la cabeza fue si en nuestro hospital sólo hay dos
aparatos para realizar ecocardiogramas, el que pasó ante nosotros de la mano de
un jovencísimo doctor y el que se ha debido estropear en urgencias. Pero a
renglón seguido lo pensé de otro modo, ¿en nuestro hospital se dispone de tal
presupuesto que se pueden tener dos aparatos de ecocardiogramas?
A mi alrededor escuchaba algunas quejas relacionadas
con la sanidad, algunos comentarios realmente de mal gusto por la presencia de una
extranjera, de atavío musulmán, bellísima por otra parte…
Pensé que,
si bien es cierto que la crítica, la queja, el deseo de mejoras son el
combustible necesario para corregir errores y avanzar hacia un progreso mayor y
siempre deseable, convendría, de vez en cuando, echar la vista atrás y
comprender que muchas de las enfermedades que hoy son tratadas con total normalidad
en un hospital, apenas un par de décadas, eran incurables salvo que la cuenta
corriente del enfermo sobreabundase ceros a la derecha de otro u otros dígitos.
Y si no eran incurables, la solución médica y quirúrgica presentaba muchos más
riesgos y, desde luego, era impensable que se pudiera realizar en este hospital.
No estoy a
favor del conformismo, y menos en esta materia, pero tampoco comprendo ciertas
críticas y ciertos comentarios motivados porque uno debe permanecer en la sala
de espera un rato más de lo que se había previsto.