Quizá como adelanto a la inminente llegada de los Magos (ahora el sol
apenas se asoma por la raya imprecisa del horizonte, y los paquetes con los
obsequios, esperan al despertar de esta casa acaso en un par de horas), recogí
ayer por la mañana los pedidos de libros que me aguardaban desde el viernes en
correos: los últimos ocho poemarios editados por Siltolá y los ejemplares
de «Alas rotas» que le pedí a
Francisco.
Al desenvolver
los paquetes he descubierto que los volúmenes de la novela llegados desde Tenerife
han tenido un parto gemelar durante el vuelo y más que un planeo de alas rotas,
habría que decir, entonces, que ha sido una singladura llena de vigor y bien
aprovechada. He pensado que somos como niños (el editor y el autor) que siempre
se intentan adelantar al otro para que ninguno pierda, y este juego muestra
bien a las claras que es mucho más divertido dar que recibir.
Hojeo los
ejemplares de Siltolá y me detengo especialmente en el poemario del placentino Álex
Chico, «Habitación en W», y tengo más
que suficiente para la comida del espíritu de esta jornada:
Basta sólo un minuto
para conocer las leyes de mundo.
Un fragmento.
Una pieza, mínima e insignificante,
capaz de enseñarnos lo fácil
que resulta todo en ocasiones.
También vivir.
para conocer las leyes de mundo.
Un fragmento.
Una pieza, mínima e insignificante,
capaz de enseñarnos lo fácil
que resulta todo en ocasiones.
También vivir.
Algo se
remueve dentro, algo que empuja a mirar al horizonte y a determinar —aunque no
pueda saber uno con qué vigor— que he de avanzar, por más que el sendero llague
mis pasos.
Y para eso
nada mejor, sobre todo, las palabras de Juan Ramón Jiménez que leo en el mismo
libro: «Escribirnos no es más que reinventarnos».