Cómplices

Anochecía y era un rescoldo el horizonte. Aún no acaba marzo y se anticipa el latido del estío. Anochecía y era carbón mi ánimo, tan frío como las cenizas consumidas, apagadas… tan inútiles.
Anochecía, lentamente, azuladamente anochecía, y bajaba a casa con la herida de su llanto entre mis manos, con el recuerdo de gesto razonable y necesario que ella, sin embargo, perdida en el laberinto cenagoso del pasado, sentía como un desaforado ataque a la verdad, una crueldad inexplicable, una invasión hostil, devastadora.
Anochecía con tildes de brasas sobre la frase aguamarina de la tarde. Anochecía, al fondo el eco del redoble del tambor de una procesión o un vía crucis, coloreando de tonos graves el sonido del ocaso. Anochecía y aún el mirlo de la aurora pespunteaba las espadañas de los pentagramas.
Anochecía. Regresaba a casa… Al fin ella dormía.