Si uno se asoma al mundo, aunque sea de un modo tan
parcial y nebuloso como el que permite la lectura de la prensa, tiene la
sensación de que hay más planetas que uno solo.
No es cuestión de repetir aquí lo que
periódicos, radios y televisiones difunden con diferentes acentos. Ni es
cuestión de enumerar todos.
Se me ocurren tres.
Hay un mundo en que sólo interesa imponer una
forma de entender sus creencias religiosas —desde el terror, la tortura y la
muerte—, con lo que disfrazan lo único que les interesa: el poder a través del
control de las reservas de crudo, de agua y de las mentes. Al final va a ser menester
empezar a creerse que lo más dañino del ser humano son las religiones. Y volver
a distinguir con constancia que no es lo mismo religión que espíritu.
Hay otro mundo donde lo único que interesa es
cómo y cuándo se devuelve (o no) el dinero que se debe a ciertos prestamistas
que hasta ayer eran socios. Con lo que disfrazan lo único que les interesa: el
poder a través del control de las finanzas, saber que sojuzgan a los pueblos,
porque sus gobiernos han empeñado varias generaciones futuras.
Hay otro mundo en que la buena noticia de igualdad
en libertad, será duramente perseguida, por los que —sin ser de la misma
religión que los citados arriba— en el fondo no se diferencian tanto de ellos.
Sin embargo hay algo común en cada uno de
estos mundos, y en el resto que podría citar: el sufrimiento de los más débiles
cada día es más hondo y más potente. O lo que es lo mismo cada vez es más difícil
que se alcen y caminen erguidos sobre la faz de la Tierra haciendo honor a la
dignidad que les confiere el mero hecho de pertenecer a la especia llamada
‘homo sapiens’.