Aunque por
el calendario podría parecerlo, no han sido vacaciones, o sí. En todo caso ha
sido una sensación de inanidad voluntaria y cómoda.
No me siento satisfecho, pero tampoco me siento arrepentido. Nunca nadie
me ha obligado a esta tarea tan absorbente, tan sólo mi deseo desmedido nutría
a la voluntad para que empujase a mis actos sin desfallecer en ellos.
¿Huyó ese deseo? ¿Acabó por secarse como una florecilla en medio
del desierto? ¿O es la voluntad la flaquea? ¿O es una mera debilidad física
explicable y justificable?
Las respuestas me asustan, por eso prefiero enmudecerlas y, si
fuera posible, aniquilarlas, mas eso sería como acallar mi pensamiento, y tal
cosa ahora mismo es imposible.