Cómplices

Martes, 31 de enero de 2012


Reflexiono acerca de la última entrada, y creo que, por mero afán de resumen, por una cuestión de economía expresiva, no atendí a las aclaraciones precisas. Es como si hubiera dado por hecho que el lector estaba dentro de mi cabeza y entendía mis pensamientos. Quizá por poetizar, me quedé en la cáscara, y no llegué al grano.
Esta mañana he vuelto a leer en frío y despacio los tres párrafos y me faltaba, justamente hacer hincapié en que el tiempo (su falta) es lo que me está empujando hacia esta especie de melancolía.
Habrá que actuar como un endocrino actúa con la obesidad mórbida. Habrá que establecer un régimen estricto, un plan de alimentación que sea eficaz y sirva para evitar trombosis, infartos, derrames, hipertensión, diabetes…
Es evidente que dada la situación, “Desnudarme, al fin, de toda esa carga tan inútil, tan pretenciosa. No se trata de renunciar a nada, sino asumir quien uno es, quien uno ha sido, quien uno puede llegar a ser. Me iré haciendo transparente hasta confundirme con el aire, hasta orillarme en una de las esquinas más ocultas de la existencia”, como escribía anoche, se refiere a buscar lo esencial, a llegar a lo imprescindible, a reducir de otros aspectos: esta plataforma pública y multiplicativa que se llama Internet: Twitter, Facebook, Blogger...
Lo importante, lo imprescindible, es vivir y escribir.
Para vivir y para escribir son imprescindibles muy pocas cosas: el amor, la amistad, la pausa y el silencio que el ruido de fuera aturde y mata.
El resto, cuándo y cómo se pueda.