Las noticias que se
van conociendo, poco a poco, son golpes de martillo pilón. Y lo peor es que los hechos contradicen a algunas de las
palabras que emiten con el desparpajo habitual de quienes viven en la mentira
permanente, sin que les cause rubor tal proceder.
Actúan con la impunidad propia de quien se
siente dueño total y absoluto del jardín, incluyendo el perfume de las flores. Supongo
que creen en algunas de las propuestas que van a llevar a la práctica. Pero
esto es peor aún, porque creen en que han llegado al mundo para actuar aquí
como enviados de la divinidad.
Los pasos cada día son más claros, más
evidentes. Vienen a cercenar nuestra conciencia mediante el procedimiento del
miedo, mediante la perversión de los valores, incluyendo los suyos teóricos, esos con los que revisten sus airoso currículos.
Son verdaderos servidores de aquello que su
supuesta fe define como idolatría. No cesan su danza macabra ante el becerro de
oro, y hasta sus pezuñas nos empujan, porque el monstruo necesita alimento para
no morir de inanición. Y atentan contra nuestra casa común por omisión, y
atentan contra nuestra razón por hurto.
Hoy se habla de otras cosas que son
titulares más jugosos para la prensa que necesita, también, noticias fáciles
y de rápida digestión. Pero las verdaderas medidas que socavan y que nos acercan aún
más al abismo están camufladas en renglones que nadie lee, o que, si se leen,
no producen estremecimientos, cuando, en realidad, son verdaderos túneles que nos conducen al abismo.