Al cobijo de la luz, cubierto por ese embozo que arropa el dolor y la melancolía, sintiendo cómo la ciudad se alza en una cabriola hacia el infinito, tan claro y transparente como en pocos lugares podrá encontrarse.
Tarde de paseo y de sosiego. Si la espalda duele, es problema suyo. Que nada me interrumpa esta ascensión…
Y mañana, quizá, a recorrer el mismo sendero que recorrieron los más grandes, los más humildes, Juan de Yepes, Antonio Machado, María Zambrano… (Es curioso, los tres rebeldes a su modo, los tres a la búsqueda incesante del misterio).
Me alimentaré, siguiendo a la filósofa de luz, fuego, pan, silencio, palabra y sangre…